La especie ‘recuperada’ es la arlequín de la noche estrellada, que vive en la Sierra Nevada de Santa Marta de Colombia y está clasificada como ‘En Peligro Crítico’ de extinción por la UICN.

Crédito: Fundación Atelopus

Crédito: Fundación Atelopus

Las ranas arlequines, pertenecientes al género Atelopus, son conocidas por su veneno y por su particular estética, ya que adoptan coloraciones muy llamativas. Están distribuidas de Costa Rica a Bolivia, aunque también se encuentran en la Guayana Francesa, donde viven cerca de cursos de agua en sistemas montañosos elevados.

Estas ranas, de las que existen casi un centenar de especies, perciben el mundo a través de su piel y son muy sensibles al contacto directo con el agua, el aire y la tierra, lo que las convierte en indicadores de la calidad de estos elementos de la naturaleza. Sin embargo, esto también las hace muy vulnerables, lo que explica que el 90% estén a punto de extinguirse o ya se hayan extinguido en la naturaleza.

No obstante, no todo son malas noticias para estos sapos neotropicales, pues uno de ellos acaba de ser redescubierto en la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia), uno de los sistemas montañosos costeros más elevados del mundo, por un grupo de expertos de la organización Global Wildlife Conservation y de la Fundación Atelopus, una oenegé colombiana que vela por la protección de anfibios y reptiles en el Caribe colombiano.

Se trata de la rana arlequín de la noche estrellada ( Atelopus aryescue ), un espécimen de color negro con manchas blancas de menos de cinco centímetros de longitud al que los herpetólogos habían perdido la pista hace 30 años y que ha sido hallado de nuevo ahora gracias a la ayuda de las comunidades indígenas.

Esta especie está clasificada en la Lista Roja de especies amenazadas de la UICN como una especie ‘En Peligro Crítico’ de extinción. Que haya sobrevivido hasta ahora es, en parte, gracias a la comunidad indígena Sogrome, que habita en Sierra Nevada desde hace miles de años y tiene a la rana de la noche estrellada como guardiana del agua y símbolo de la fertilidad.

Durante las últimas tres décadas no se había encontrado ningún ejemplar de la especie no porque hubiera dejado de existir, sino por lo difícil que es acceder a su hábitat.

Ahora, con la ayuda de la comunidad indígena, los expertos han encontrado una población de más de 30 individuos. Según la Fundación Atelopus, lo importante ahora es establecer un programa de monitoreo de esta rana para poder protegerla de las amenazas que están poniendo en jaque su devenir, como lo son la destrucción y la degradación de su hábitat o la crisis climática.

Otra de las amenazas que lleva tiempo poniendo en peligro a estas ranas y, en general, a todos los anfibios es la quitridiomicosi, una enfermedad infecciosa provocada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis que se cree que podría haber afectado al 30% de especies de este grupo.

Casi la mitad de las ranas del género Atelopus, habitan en Colombia, donde el declive de estos anfibios ha sido nada menospreciable en los últimos años. De hecho, desde principios de la década del 2000, los expertos han perdido la pista a un tercio de las especies pertenecientes a este género.

Por el momento, se desconoce qué impacto puede tener tal reducción de sus poblaciones, pues la mayoría de especies han sido sólo descritas de forma taxonómica y nunca se ha llegado a estudiar el papel que ejercen en los ecosistemas en los que viven, lo que dificulta su conservación.

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