Un estudio demuestra que el crecimiento de las zonas urbanas favorece a las especies portadoras de enfermedades zoonóticas.

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El crecimiento de las ciudades y las zonas urbanas está favoreciendo la proliferación de especies transmisoras de enfermedades. A medida que el ser humano ha convertido espacios silvestres en terreno urbano, ha provocado una alteración del equilibrio de las especies, lo que favorece especialmente a aquellas que hospedan las llamadas enfermedades zoonóticas, las que se transmiten de lo animales a las personas. Es el caso, por ejemplo, de la Covid-19, enfermedad provocada por un virus transmitido por los murciélagos.

Un estudio publicado en la revista Nature demuestra como los cambios globales en el uso de la tierra están alterando el equilibrio de las comunidades de animales. Esto provoca que los ecosistemas manejados por el hombre se estén expulsando a muchos animales salvajes, pero a su vez se registren una mayor proliferación de animales como roedores, murciélagos y palomas, precisamente los que más enfermedades pueden transmitir a los humanos. Los científicos estiman que tres de cada cuatro nuevas enfermedades infecciosas emergentes provienen de animales.

La transformación de bosques, praderas y desiertos en ciudades, suburbios y tierras de cultivo ha llevado a muchos animales salvajes a la extinción. Y al mismo tiempo, aumenta inadvertidamente la probabilidad de que los patógenos pasen de animales a humanos. Algunos roedores, por ejemplo, que transportan una variedad de virus, prosperan en espacios urbanos, donde se han perdido otras especies.

”Nuestros hallazgos muestran que los animales que permanecen en entornos más dominados por humanos son los que tienen más probabilidades de portar enfermedades infecciosas que pueden enfermar a las personas”, explica Rory Gibb, del University College London (UCL) y principal autor del estudio. El contacto cercano con animales salvajes a través de la caza, el comercio o la pérdida de hábitat aumenta el riesgo de que el mundo sufra brotes de nuevas enfermedades, expliquen los investigadores.

Para llegar a estas conclusiones, los investigadores analizaron 6.801 comunidades ecológicas de seis continentes. Así encontraron que los animales que se sabe que portan patógenos (microorganismos causantes de enfermedades) son más comunes en aquellos paisajes usados intensamente por la gente.

Las pruebas se obtuvieron de un conjunto de datos de 184 estudios que incorporan las casi 7.000 especies, 376 de las cuales se sabe que son portadoras de patógenos compartidos por los humanos. La misma relación se observa para los animales que tienden a llevar más patógenos de cualquier tipo, pudiendo afectar o no a los humanos.

Los investigadores advierten que tendríamos que alterar la forma en que se usa la tierra en todo el mundo para reducir el riesgo de futuros contagios de enfermedades infecciosas. “Nuestros hallazgos subrayan la importancia de gestionar los paisajes agrícolas para proteger la salud de la población local mientras que también se garantiza su seguridad alimentaria”, afirma Kate Jones, autora del estudio.

El trabajo se suma a la creciente evidencia de que la explotación de la naturaleza alimenta las pandemias, y desmiente una percepción errónea generalizada de que la naturaleza salvaje, como las selvas, es la mayor fuente de cruce de enfermedades.

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