Un estudio de la Universidad de Flinders revela que las hembras en un estado reproductivo similar establecen estrechas relaciones entre ellas para protegerse y proteger a sus crías.

delfines

La tribu de los Khasi, o más bien de ‘las’ Khasi, en la India, es una de las pocas que quedan en el mundo con un sistema matriarcal, es decir, donde son ellas las que mandan. Otro ejemplo de sociedades en las que las mujeres toman el control de la realidad social, cultural y política son las Mosuo del Tíbet o las Minangkabau de Sumatra.

Podríamos intentar encontrar algún otro ejemplo de sociedad matriarcal en el caso de la especie humana, pero no sería fácil. Sin embargo, existen muchas especies animales donde ellas son las líderes o donde la estructura familiar gira entorno a las hembras, como es el caso de los elefantes, las orcas, los lémures, los suricatos, las hienas, las hormigas, las abejas, los bonobos o los delfines.

Los científicos llevan años estudiando estos sistemas matriarcales, pues van en contra de la idea de que los machos, como que suelen ser más grandes y fuertes, deben ejercer de líderes y relegar a las hembras a un papel secundario. El ejemplo más reciente de ello es un estudio publicado este mes de febrero en la revista especializada Scientific Reports que constata que los delfines organizan sus grupos sociales en torno a las necesidades de las hembras.

En concreto, el trabajo, elaborado por expertos de la Universidad de Flinders (Australia), desvela que los delfines de la especie Tursiops australis, un tipo de delfines nariz de botella, forman grupos sociales en los que las hembras que se encuentran en una situación reproductiva similar establecen vínculos más estrechos entre ellas que con el resto de integrantes del grupo.

A juicio de los investigadores, esto tiene que ver con el aprendizaje social, las necesidades de alimentación y de apareamiento de las hembras –que son las mismas si se encuentran en un estado reproductivo similar- y con la supervivencia infantil, que se ha demostrado que aumenta con el estrechamiento de lazos entre las madres, ya que los machos tienden a formar pequeños grupos cuyo objetivo es secuestrar a los más pequeños.

Al igual que en el caso de los delfines, la formación de asociaciones no aleatorias entre los individuos de un mismo grupo es habitual en muchos mamíferos. Entre los miembros de un mismo grupo de orcas, por ejemplo, figura siempre una matriarca que lidera al resto a la vez que cuida de sus crías y de sus nietos.

En el caso de los rapes abisales de aguas profundas ellos tampoco tienen un papel protagonista. De hecho, los machos habitan en las partes reproductoras de las hembras, como si fueran un parásito. Se adhieren a ellas justo al nacer, pues son incapaces de vivir de forma independiente, y cuando las hembras estás listas para ser fecundadas el macho provee sus células reproductoras para la fecundación.

En el caso de los lémures, también son ellas las que dominan, las que se alimentan primero y tienen prioridad en el aseo, entre otras cosas, incluso cuando ellos son mayoría en el grupo. Y, finalmente, algo parecido ocurre con los bonobos, considerados los parientes vivos más cercanos al hombre, entre los cuales ellas tienen un papel dominante pese a que ellos son más fuertes y de mayor tamaño.

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