La gestión menstrual toma la palabra dentro de la discusión pública sobre el ambiente y el cuerpo de las mujeres. Algunas alternativas ecológicas disputan el espacio de los productos de un solo uso

whatsapp-image-2020-08-11-at-19-42-17-11-fafefb4e3710fa6d1b15988847398700-1024-1024

Manejar la menstruación de una forma más respetuosa con el ambiente, disminuyendo el uso de productos desechables, es uno de los temas que cada vez ganan más terreno en la agenda pública regional.

En Ciudad de México, por ejemplo, 5 millones de ciudadanas no podrán adquirir tampones de ahora en adelante. Esta ha sido una de las consecuencias de la prohibición de plásticos de un solo uso de la capital mexicana, una medida que ya se implementó también en San Pablo (Brasil) y que avanza en otros países de la región como Panamá, Perú, Colombia y Chile.

Actualmente, los tampones y las toallas comunes están fabricados con plástico, rayón, algodón no ecológico y poliéster, tardan entre 500 y 800 años en degradarse y son el quinto contaminante de los océanos a nivel planetario.

Se estima que cada mujer produce 6500 kilos de basura menstrual en su vida fértil. Según los datos de la organización Economía Femini(s)ta (EF), Argentina produce anualmente 132.000 toneladas de basura menstrual no reciclable, generando residuos y grave contaminación ambiental. “La situación es alarmante”, comentó a Carbono News Florencia Carbajal, activista, terapeuta menstrual y presidenta de Meluna Argentina.

Además del impacto ambiental, el uso de productos desechables tiene un costo importante para los bolsillos de las mujeres, que ya de por sí tienen peores condiciones laborales, una retribución económica un 25% menor en comparación con los hombres, además de dedicar más dinero a la compra de material escolar, alimentación, medicinas para los integrantes de la familia. Según la Organización Internacional del Trabajo, a nivel mundial la disparidad de la remuneración salarial entre ambos sexos se sitúa en 19 puntos.

Colectivos como Economía Femini(s)ta visibilizan esta situación y denuncian que los productos de higiene íntima estén gravados con IVA y que no se consideren de primera necesidad. Según los datos de esta organización, anualmente una mujer promedio gasta en la Argentina unos $2992 si utiliza toallitas y unos $3925 si usa tampones, el costo anual de menstruar equivale, por ejemplo, a lo que se percibe por Ayuda Escolar Anual ($2966). “No es difícil entender que semejante gasto complica la economía de los hogares en situación de pobreza e indigencia, o incluso a las familias trabajadoras”, afirman.

Colectivos como el argentino están promoviendo medidas como la eliminación del IVA o el acceso gratuito a estos productos de primera necesidad. En esta dirección han ido estados como el de Michoacán, en México, que garantiza el acceso gratuito para las niñas y adolescentes de tampones, toallitas y también copas menstruales, o Escocia, el primero del mundo en brindar acceso gratuito a los productos de gestión menstrual para todas las mujeres.

“Si bien, frente a la crisis climática, seguir promoviendo productos descartables y plásticos parece una locura, la transición hacia modos más sustentables de gestión menstrual tiene que ser lenta y no generar mayor desigualdad, como por ejemplo ocurrió en Ciudad de México con la prohibición de los tampones, que terminó por crear aún más problemas de acceso a productos de higiene menstrual”, explica Carbajal.

Junto a la carga económica, no tener acceso adecuado a productos de higiene menstrual es una de las causas del ausentismo escolar a nivel mundial. “Se estima que se pierden entre el 10% y el 20% de los días de clase por falta de acceso a productos para la gestión menstrual e instalaciones sanitarias en las escuelas”, dicen desde EF.

La salud ante todo

La salud es otro de los temas importantes a la hora de gestionar el periodo menstrual. La Fundación para la Prevención de Residuos y el Consumo Responsable (Rezero) alertó sobre los eventuales peligros de los compuestos químicos presentes en los tampones y toallitas. De acuerdo a la Fundación, a lo largo de su vida, las mujeres pasan unas 57.600 horas en contacto con “compuestos químicos tóxicos” como cloro o aditivos petroquímicos, entre otros.

Según explica Florencia Carbajal a Carbono News, para la fabricación de tampones y toallas higiénicas descartables se utiliza un grupo de minerales llamado “asbesto”. El asbesto contiene dioxina, “una sustancia altamente cancerígena y tóxica, que afecta a la salud vaginal y uterina”. La Organización Mundial de la Salud considera a las dioxinas como cancerígenas en cantidades suficientes. “Estas sustancias altamente tóxicas, que tienen una lenta degradación física, química y microbiológica, se acumulan en los tejidos grasos y es un posible cancerígeno”, agrega Carbajal. “Además de la dioxina, también existen otros contaminantes como el rayón, polímeros superabsorbentes, plástico, derivados del petróleo”.

El glifosato —herbicida cancerígeno— es otro de los componentes que un estudio de la Universidad Nacional de La Plata encontró en el 85 % de los tampones y toallas examinados.

“Todos estos tóxicos alteran el pH vaginal, dañan la flora vaginal y alteran la microbiota, que es clave para mantener el ambiente vaginal inmune, saludable y protegernos de infecciones”, postula la presidenta de Meluna. En opinión de Carbajal, lo que acaba sucediendo es que las mujeres terminan naturalizando ciertas dolencias durante el periodo menstrual. “Parece que si menstruas, tenés problemas asociados como irritación, alergias, picazón, vaginitis, enrojecimiento, micosis y dolor menstrual. Sin embargo, esto no es normal y no es saludable”, sostiene.

En este sentido se manifestó también Sandra Marigena, médica y especialista en ginecología. “Está demostrado que los tampones, protectores diarios y toallas descartables tienen sustancias como la dioxina que alteran la composición química de la sangre y pueden actuar como disruptores endocrinos confundiendo a las hormonas y provocando problemas en la tiroides, en los ovarios o alterando los ciclos”.

Otra de las enfermedades asociadas al uso de tampones es el síndrome del shock tóxico (SST). Aunque su desarrollo es poco frecuente, puede llegar a causar fallos multiorgánicos e incluso la muerte.

Alternativas ecológicas y económicas

Los productos de higiene menstrual no siempre fueron tan contaminantes y dañinos como en la actualidad. Hasta la década de los 70 los tampones y las toallas sanitarias eran fabricados con materiales no plásticos, como derivados de plantas, algodón y tela. Con el tiempo estos productos empezaron a industrializarse sistemáticamente y a incorporar compuestos químicos en su fabricación. A principios de los 2000, los movimientos feministas comenzaron a cuestionarlos con más fuerza, junto a sus efectos económicos, ambientales y en el cuerpo de las mujeres.

Entre las soluciones para una gestión menstrual más accesible, ecológica y económicamente viable están las toallitas de tela, la ropa interior absorbente y las copas menstruales.

La copa menstrual es la mejor opción para un impacto ambiental mínimo: tiene una vida útil de hasta 10 años, por lo que su uso disminuiría considerablemente los residuos menstruales. En cuanto al material de fabricación, en general, está hecha de silicona hipoalergénica, obtenida en su mayoría del silicio, un componente natural no contaminante, que además reduce los riesgos de infección y otras enfermedades.

A pesar de que es una opción ecológica, la copa necesita un tratamiento al final de su vida útil, pues tardaría cientos de años en degradarse naturalmente. Una opción es la incineración, ya que al no contener plástico ni otros materiales derivados del petróleo no genera emisiones de efecto invernadero.

Las toallitas de tela también son otra solución amigable con el ambiente y los bolsillos de las mujeres: son lavables y reutilizables por dos o tres años. Muchas de ellas están fabricadas con algodón ecológico. Esta opción interesa a muchas mujeres porque también pueden fabricarse ellas mismas sus propias toallas reutilizables, reciclando remeras de algodón u otros materiales. De esta forma no se generan nuevos residuos. En Argentina, por ejemplo, hay varias cooperativas que producen estos productos como Flor de Luna, Ama tu luna o Tribu Lunar.

Las bombachas menstruales son otra de las opciones que se están popularizando en los últimos años. Son calzones comunes a las que se les incorpora una parte absorbente, son también lavables y reutilizables por varios años.

A pesar de los beneficios, aún solo el 25% de las mujeres encuestadas utilizan productos reutilizables, según un informe de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires (Argentina) aunque se nota descenso del uso de productos descartables entre quienes tienen de 18 a 30 años, solo el 30% opta por alternativas sustentables.

“En un contexto de crisis climática global es urgente que reconozcamos la necesidad de hacernos cargo de lo que producimos y de lo que consumimos. En la necesidad de generar nuevos paradigmas, economías y formas de vincularnos entre los humanos y con las demás especies, las mujeres y cuerpos menstruantes tenemos un marcador maravilloso que puede mostrarnos el camino”, cierra Carbajal.

Fuente

Noticias Relacionadas

Histórico acuerdo de igualdad salarial en el fútbol de Estados Unidos

Leer Nota

Masacre en Texas: Al menos 19 alumnos y 2 maestros asesinados

Leer Nota

Dia Mundial de la Salud: "Nuestro planeta, Nuestra Salud"

Leer Nota

Millennials y generación Z: por qué se llama la "generación deprimida"

Leer Nota