La epidemia, en un país en el que mucha gente vive al día, hace temer lo peor.

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“Vamos a salir airosos de esta crisis, de esta epidemia”, dijo el presidente a los pocos minutos de tomar la palabra para anunciar las medidas económicas excepcionales que se aplicarán durante un mes para frenar el coronavirus.

Junto al presidente, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, de­talló las medidas que contempla la emergencia sanitaria, que se resumen en parar toda la actividad que no sea esencial. Un reto que no es menor para un país de 126 millones de habitantes con 52 millones de pobres y una economía informal que abarca todos los sectores.

Una economía de subsistencia que llena las calles del país y que las cifras oficiales sitúan en torno al 46% de la economía total. Sus empleados, verdaderos emprendedores, no pagan impuestos ni tributan, pero tampoco tienen derechos básicos como los servicios sanitarios.

Aunque las cifras oficiales del coronavirus no son ahora alarmantes –28 muertes y 1.094 casos confirmados de contagio–, los responsables políticos quieren evitar que la epidemia colapse una economía que vive sus peores momentos. El precio del barril de petróleo es el más bajo de los últimos veinte años, y el peso mexicano se ha devaluado de forma alarmante.

El dilema de salud o economía es el que ha querido evitar López Obrador desde que hace quince días se detectaran los primeros casos de coronavirus. El presidente sabe muy bien que parar el país castigará de forma irreparable a los asalariados y los sectores informales. Los que le dieron mayoritariamente el voto hace un año y medio. Por eso ayer anunció que quedan excluidos de la emergencia sanitaria los programas sociales que atienden a una población de ocho millones de adultos mayores, como también las pequeñas tiendas de barrio y los puestos de comida.

Para evitar el empobrecimiento de las clases populares, el presidente ha pedido a los empresarios que no despidan durante la situación de emergencia. “Es un asunto de índole humanitaria”, dijo en lo que parecía ser un ruego . Nadie sabe si atenderán su petición.

“Nos gustaría cerrarlo todo, pero no podemos”, manifestó Hugo López-Gatell, la cara visible del Gobierno en la comunicación de la crisis sanitaria. “Estamos en una fase de ascenso rápido y ahora tenemos la última oportunidad para parar la pandemia”, explica mientras muestra una gráfica con la evolución de los contagios.

En un país donde mucha gente necesita trabajar al día para poder sobrevivir, la emergencia sanitaria hace prever los peores escenarios. “Va a ser muy difícil que la gente se quede en casa”, señala Fernanda Openhaym, presidenta de la Red Derechos Económicos y Sociales.

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