Algunos países de la región se encuentran atrapados en el éxito de cuarentenas tempranas, como Argentina.

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Algunos países de la región se encuentran atrapados en el éxito de cuarentenas tempranas, como Argentina; otros, como Ecuador, están sufriendo los estragos del virus por sus deficientes sistemas sanitarios aunque tomaron medidas de aislamiento social. Luego están los que despreciaron la pandemia, como Brasil, México o Nicaragua. Sin embargo, unos y otros han comenzado a relajar el confinamiento de la población a pesar de que los casos de la Covid-19 siguen aumentando y de que los picos de la pandemia se esperan entre los meses de junio y julio, en función de cada país.

Mantener la economía paralizada lleva a otra pandemia: la del hambre, en un subcontinente donde la mitad de sus 630 millones de habitantes subsiste con empleos precarios o gracias a actividades en negro, vendiendo en la calle o con trabajos sin beneficios laborales.

Por otra parte, en los núcleos urbanos las personas de clase media y alta, no tan afectadas en sus bolsillos como las de clase baja, están dando signos de hastío tras dos meses encerradas y salen a la calle aunque esté prohibido o desaconsejado; eso sí, con precauciones que antes no tomaban, como el uso generalizado de mascarillas o la distancia social.

No obstante, la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne, ya advirtió a principios de mayo, que una desescalada prematura podría tener efectos devastadores. “A todos los países de América les insto a considerar lo siguiente: ante todo, sean prudentes; disminuir las restricciones demasiado pronto puede acelerar la propagación del virus y abrir la puerta a un dramático incremento o a una expansión a áreas adyacentes”, declaró la máxima responsable de la OMS para la región.

Ya entonces muchos gobiernos anunciaban la flexibilización de sus cuarentenas, decretadas en marzo, cuando los contagios en Latinoamérica aún eran incipientes pero se esperaba que la ola llegara desde Europa, donde el coronavirus causaba estragos. El primer caso en Latinoamérica fue detectado el 26 de febrero en São Paulo, aunque en abril una investigación de las autoridades sanitarias brasileñas reveló que una mujer fallecida el 23 de enero en Minas Gerais había constituido el primer deceso en el subcontinente, que hasta entonces se pensaba que había ocurrido en Buenos Aires el 7 de marzo.

Un caso paradigmático es Argentina, con una estricta cuarentena que ya cumplió dos meses gracias a una temprana decisión del presidente peronista Alberto Fernández, acordada con la oposición, que ha permitido mantener al país austral con un índice bajo de contagios y fallecidos en relación a la mayoría de sus vecinos. Además, ha podido reforzar su infraestructura sanitaria pública, aunque médicamente se han descuidado las villas miseria –las favelas argentinas– donde los casos de coronavirus han explotado en los últimos días y ahora constituyen la principal preocupación.

Las presiones empresariales han hecho que Fernández haya ido flexibilizando el confinamiento y añadiendo actividades esenciales a la lista aunque los casos vayan en alza. El foco de la enfermedad se encuentra Buenos Aires y su área metropolitana, donde los comerciantes empezaron a levantar persianas antes de que fueran autorizados. Además, muchos ciudadanos ocupan ya parques y espacios públicos para practicar deporte o pasear con niños aunque la actividad física al aire libre siga prohibida y los chicos apenas puedan dar una vuelta a la manzana.

La cuarentena no da más. Gráficamente, lo explica el vicejefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Diego Santilli. “El mundo va tomando la actividad de apertura con la montaña de contagios en la espalda; nosotros estamos tomando una sumatoria de actividades con la montaña de contagios delante”, dijo Santilli en un reciente encuentro con corresponsales extranjeros. “No me atrevo a decir que la Argentina va a zafar, me atrevo a decir que la curva va a crecer, lo que pasa es que, al tomar una cuarentena lo suficientemente anticipada, nos ha permitido prepararnos en estas ocho semanas de cuarentena”, añadió Santilli.

En el extremo opuesto se sitúa Ecuador, que lidera el ranking de muertos por cada 100.000 habitantes en Latinoamérica, al margen de los pequeños estados insulares caribeños. A pesar de ello y de las escalofriantes imágenes de muertos en las calles de Guayaquil al inicio de la pandemia, el país andino está volviendo a la normalidad. Precisamente, en Guayaquil, principal motor económico ecuatoriano, las autoridades iniciaron el miércoles la desescalada argumentando que una tercera parte de la población ya ha contraído la Covid-19, basándose en poco más de medio millar de tests rápidos.

Perú, que ya tiene más casos que China, también está ampliando actividades productivas. Al igual que Bolivia o Paraguay, con muy bajos índices de contagios y mortalidad, que no están en concordancia con sus precarios sistemas de salud pública, lo que hace pensar –como también en los empobrecidos países de Centroamérica– en un subregistro de casos y decesos que sólo podrá ser corroborado posteriormente con estudios de exceso de mortalidad.

Caso aparte es Chile, donde se implantó una particular cuarentena parcial, cuyas restricciones variaban incluso de un barrio a otro de Santiago, el principal foco, para que no afectara tanto a la actividad económica en un país consagrado al neoliberalismo. Pero las cifras de contagios han dado un baño de realismo al presidente derechista Sebastián Piñera, que la semana pasada dio marcha atrás y decretó la “cuarentena total” en la capital.

Por otro lado, y a pesar de la desescalada, Chile y Argentina, los países más australes, así como otros lugares del continente con altitud y climas invernales, enfrentarán en los próximos meses los momentos más duros de la crisis sanitaria. La llegada del frío hará aflorar la gripe y los virus comunes, que se juntarán con los casos en aumento de la Covid-19.

La desescalada llega cuando los picos no se han dado y con hospitales aún no saturados, lo que está a punto de suceder en São Paulo, la urbe más poblada de la región, junto con la capital mexicana.

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