Estas alternativas, que surgieron en medio de la Primera Guerra Mundial, le apuestan a un acceso permanente y suficiente a los alimentos, pero además replantean la manera de producir y distribuir la comida de forma más responsable con el medio ambiente.

Crédito:  Óscar Pérez - El Espectador

Crédito: Óscar Pérez - El Espectador

Entre el cemento y el esmog que abundan en las principales ciudades del mundo, se esconden millones de organismos que reverdecen el gris de su paisaje. Aunque suene utópico, en las terrazas de los edificios, los balcones de los apartamentos o los antejardines de las casas se están cultivando huertas urbanas; una práctica que comenzó en Europa durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) para abastecer a la población sitiada por el conflicto.

En ese momento, los trabajadores agrícolas fueron reclutados para el servicio militar y las granjas se transformaron en campos de batalla, lo que desató una grave crisis alimentaria en Europa. La carga de alimentar a millones de personas recayó en Estados Unidos y, en 1917, antes de que hiciera parte de los países enfrentados, Charles Lathrop Pack organizó la Comisión Nacional de Jardines de Guerra.

El arma de batalla de los estadounidenses consistía en plantar, fertilizar, cosechar y almacenar sus propias frutas y verduras. Lathrop instó a los ciudadanos a “sembrar las semillas de la victoria”, para ello debían cultivar alimentos en cualquier espacio: techos, escapes de incendios, terrazas, patios traseros, parques públicos y hasta en las escuelas. Con los “jardines de guerra” (“Victory Gardens”), como eran conocidos, se almacenaron 1,45 millones de litros de frutas y verduras en conserva.

Los jardines comenzaron a resurgir en 1945, durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras en Europa los nazis utilizaron el hambre y la comida como un arma, en países como Estados Unidos, Canadá, Australia y Reino Unido, los habitantes cultivaban su propio alimento. Este plan le hizo frente a la escasez de alimentos y ayudó a los granjeros en la producción de comida para las tropas y los civiles en el exterior.

La iniciativa que surgió hace 103 años para combatir una crisis alimentaria ocasionada por la guerra está tomando fuerza de nuevo. Ahora el principal objetivo, además de garantizar una seguridad alimentaria, es el de contribuir a mejorar el medio ambiente en las grandes ciudades. En la actualidad, se estima que 800 millones de personas están involucradas en la agricultura urbana en el mundo y con ello suplen hasta el 20 % de las necesidades alimentarias.

Pero, ¿estos jardines o huertas urbanas podrían ser una fuente sostenible de alimento en algunas ciudades? La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) resalta que la agricultura urbana puede ser una práctica que combata el hambre y la pobreza. En uno de sus informes, titulado “Ciudades más verdes”, señala que cerca del 15 % de los alimentos a escala mundial se producen en las ciudades.

En el artículo, muestra la labor que se ha realizado en La Habana (Cuba), donde el 50 % de los vegetales consumidos por sus habitantes provienen de huertas urbanas. En Moscú (Rusia), por ejemplo, cerca del 30 % de los alimentos y el 80 % de los vegetales del país son producidos en ciudades. Otro de los casos que muestra la FAO es el de Singapur, donde hay 10.000 productores urbanos que se encargan de cultivar el 25 % de los vegetales.

Además, una investigación del Instituto de Alimentos Sostenibles de la Universidad de Sheffield, en el Reino Unido, publicada en la revista Nature Food, demuestra el potencial de expansión de la producción de alimentos en las ciudades. Para el estudio, mapearon la infraestructura verde y gris de Sheffield, una ciudad de 36.800 hectáreas. Con los datos obtenidos determinaron que sí los jardines cubrían solo el 10 % de los espacios verdes de la ciudad, podían proporcionar al 15 % de la población las cinco porciones diarias de frutas y verduras que recomienda consumir la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los expertos calculan que en la ciudad hay 98 metros cuadrados por residente. Y que si se aprovechara bien la horticultura basada en el suelo y ese espacio verde restante se utilizara para cultivar alimento, se podía abastecer con las cinco raciones al menos a 709.000 personas; es decir, al 122 % de la población de la ciudad.

Recomendaciones para una huerta exitosa

Tener mínimo seis horas de sol directo. Casi todas las hortalizas y aromáticas necesitan sol directo. Además, hay que tener cuidado en las zonas donde hay vientos fuertes para que no dañen la cosecha. También es bueno revisar la disponibilidad de agua. En las huertas urbanas, como es agua de acueducto que es tratada y trae cloro, es recomendable dejarla reposar unas horas para que se baje el cloro. Sería ideal si se puede regar con agua lluvia.

Para un buen desarrollo de los cultivos se necesitan, más o menos trece nutrientes. Por eso, es importante un buen abono orgánico y complementar con otros suplementos, como por ejemplo la cáscara de huevo, que le aporta potasio; pues al sembrar en materas y limitar el espacio, se reducen los nutrientes que capturan del suelo.

¿Por qué son importantes?

Primero, como cada uno cosecha sus productos, sabe lo que va a consumir y qué materiales ha utilizado; esto es vital para aportarle a la seguridad alimentaria y también puede generar empleos. Además, ayuda a reducir la huella de carbono, puede impulsar el reciclaje de residuos urbanos y crear cinturones verdes. También contribuye a fortalecer el vínculo de los ciudadanos urbanos con la biodiversidad y proteger a muchas especies de microorganismos, plantas y animales que forman parte de estos agroecosistemas.

Algunas opciones para empezar

La lechuga, el perejil o el repollo, que se pueden sembrar en estas huertas, aportan fibra y mejoran el sistema digestivo. Brócoli, espinaca y zanahoria son otras opciones. Aunque las frutas son un poco más difíciles de producir, también se pueden cultivar en las huertas urbanas.

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