El amor por los animales de la escritora, y su preocupación por el cambio climático, fue lo que llevó a la inglesa Hannah Gold a escribir «El último oso», una historia que nació dirigida al público juvenil para así cumplir su «sueño» de crear esa novela que a ella le hubiera gustado leer de niña.

pexels-robert-anthony-carbone-598966

Vestida con un jersey con un oso polar impreso en su frontal, Gold no esconde la alegría que el éxito de esta novela está teniendo tras su publicación hace un año en Gran Bretaña y ahora en España (Duomo editorial). Y no lo esconde porque Gold con esta obra ha abierto una suerte de caja de Pandora llena de ganas de dejar un «legado», de «marcar una diferencia».

«Nunca concebí esta novela como una novela sobre el cambio climático, la inspiración fue mi amor por los animales, y sobre eso van mis libros favoritos, esos en los que aparece la amistad entre niños y animales, porque esa unión me parece mágica. Esto se puede apreciar también desde una perspectiva adulta y es algo muy especial y tiene propiedades curativas. Ese fue el punto de partida del libro», cuenta a Efeverde.

La historia de la pequeña April

En concreto, en «El último oso» la autora nos presenta a April, una niña que viaja junto a su padre, investigador, a la Isla del Oso, un lugar remoto del Ártico en el que vivirá seis meses y en el que conocerá a un oso, un animal solitario y hambriento del que se hará amiga y al que a lo largo de estas páginas intentará salvar.

Una joven que es, reconoce, la que habita en su interior y la que ella misma era cuando tenía siete años: «cuando tenía esa edad el cambio climático no era un tema, pero todavía tengo esa niña interior que se despierta por las noches preocupada por el planeta y me resulta dificilísimo ver a los animales sufrir. Lo que me entristece es ver que hay tantos animales ahí fuera sintiendo dolor y la falta de poder que tengo para hacer algo al respecto».

Un lamento que no la ha llevado a escribir un libro lastimero, sino lleno de esperanza ya que al hecho de que es una persona «positiva» se le suma su interés de transmitir un mensaje que «empodere a los niños».

«Cuando lo estaba escribiendo -explica- veía que la mayoría de libros de cambio climático para niños eran distópicos y a mí no me gusta la distopía, quería escribir algo que nos llevara al presente y que se vea que no es demasiado tarde, que cada pequeña acción cuenta. Es posible que no podamos dar marcha atrás al cambio climático en muchos aspectos, pero podemos educar a nuestros hijos para que sean más conscientes y que tengan más respeto por nuestro planeta».

«Si fuéramos conscientes de lo que sufren los animales…»

Una reflexión que refuerza con la afirmación de que si fuéramos conscientes de lo que sufren los animales no haríamos muchas de las cosas que hacemos: «creo que no podríamos comer la cantidad de carne que comemos si todo supieran lo que esta pasando en la industria ganadera y cómo mantienen a los animales (…) Y lo mismo pasa con los osos polares, están fuera de nuestra vida y es fácil no ver que es nuestro problema. Me resulta triste».

Aunque nunca ha estado en la Isla del Oso, localizada frente a la costa occidental del Norte, en la Bahía de Hielo, Gold tiene este viaje en su «lista de deseos», pero hasta que este se cumpla la autora seguirá en su empeño de acercar estos mensajes a los niños con historias con las que es fácil empatizar.

«Escuchar a la ciencia para los niños es algo que para ellos no tiene sentido, no entienden qué significa que suba la temperatura un grado, no hay ninguna emoción asociada a ese sentimiento, y la mejor forma de acercarse a las cosas a los niños es que te atrape el corazón, y que el niño se implique y entre en un lugar de sentimientos donde les importen las consecuencias y entren en ese mundo de una manera visceral», puntualiza.

Según cuenta, hace diez años vivió un año en Madrid, donde fue profesora de inglés, un tiempo en el que se dio cuenta de que el español es una lengua «directa», distinta al inglés, que es «educada y siempre usa palabras innecesarias».

«Tuve un sentido de pertenencia -confiesa- que no había tenido porque en Inglaterra me sentía como una persona emocional que no acaba de encajar, y en España sentí libertad para ser yo misma. Sentí que la expresión emocional vital es muy potente y no era deliberado, y cuando estaba escribiendo este libro me permití escribir sobre grandes emociones y en esto me ayudó mucho vivir en España«.

Aunque cuando escribió esta historia no tenía ni editor ni representante, ahora Gold si cuenta con todo lo necesario para que sus mensajes lleguen a los lectores, y por eso tiene claro que se seguirá dedicando a la literatura juvenil con «El último oso» porque ha comprobado que está «inspirando» a los niños a que hagan «un poco más» en la lucha contra el cambio climático.

Fuente

Noticias Relacionadas

Histórico acuerdo de igualdad salarial en el fútbol de Estados Unidos

Leer Nota

Masacre en Texas: Al menos 19 alumnos y 2 maestros asesinados

Leer Nota

Dia Mundial de la Salud: "Nuestro planeta, Nuestra Salud"

Leer Nota

Millennials y generación Z: por qué se llama la "generación deprimida"

Leer Nota