En su extremo suroeste se encuentra la ciudad portuaria de Macasar, una población ahogada por una niebla tóxica que durante mucho tiempo fue un importante punto comercial y la puerta oriental de Indonesia al mundo.
En un amanecer gris, me puse de pie en el paseo marítimo mientras veía las proas curvas de los tradicionales veleros prahu avanzar elegantemente hacia el caos del puerto de Paotere. Llegaban allí para descargar pepinos de mar, sepias y otras extrañas criaturas de las profundidades marinas.
Estas embarcaciones pertenecen al pueblo bugis, una sociedad de marineros notable por reconocer cinco géneros.
"Los bugis tienen palabras para cinco géneros que representan cinco formas de estar en el mundo", explica Sharyn Graham Davies, antropóloga de la Universidad Monash en Melbourne, Australia.
Los bugis son el grupo étnico más grande de la isla de Célebes. Se concentran en Makassar y el campo de cultivo de arroz al norte de la ciudad, pero su destreza como marineros y comerciantes consolidó la influencia de los bugis en Indonesia y el archipiélago malayo.
También sembró miedo en los corazones de los colonizadores europeos, quienes los veían como piratas despiadados.
Un pueblo influyente
A pesar de que representan solo seis de los 270 millones de habitantes que tiene Indonesia, los bugis son extremadamente influyentes.
Algunos ejemplos destacados incluyen a Jusuf Kalla, quien fue dos veces vicepresidente de Indonesia; y a Najib Razak, ex primer ministro de Malasia.
"Los bugis se encuentran entre los grupos étnicos con más fuerza del archipiélago, política, económica y culturalmente", señala Sudirman Nasir, un bugis que trabaja en salud pública en el sur de la isla.
La antropóloga Sharyn Graham Davies explica que en la sociedad bugis, los géneros makkunrai y oroani corresponden a los conceptos de mujer cis y hombre cis en Occidente.
Los calalai nacen con cuerpos femeninos pero asumen roles de género tradicionalmente masculinos; pueden llevar camisa y pantalones, fumar cigarrillos, llevar el pelo corto y realizar trabajos manuales.
Por otro lado, los calabai nacen con cuerpos masculinos pero asumen roles de género femeninos, usan vestidos y maquillaje y se dejan crecer el cabello.
"Muchos calabai trabajan en salones de belleza", asegura Neni, una calabai del pueblo de Segiri, al norte de Makassar.
"También ayudamos a planificar bodas y actuamos en ceremonias".
El quinto género
Los calabai no se hacen pasar por mujeres, detalla Davies, sino que exhiben su propio conjunto de comportamientos femeninos que serían mal vistos en las mujeres makkunrai, como usar minifaldas, fumar y actuar de una manera más sexualizada exteriormente .
Dentro de la sociedad bugis, las personas calabai y calalai pueden ser mal vistas en algunos sectores, pero son ampliamente toleradas, incluso se considera que juegan un papel importante en la sociedad.
De manera general no son atacadas ni perseguidas por miembros de su propia comunidad.
El quinto género bugis es el bissu, que no se considera ni masculino ni femenino, sino que representa la totalidad del espectro del género.
Los bissu, como los calabai y calalai, muestran su identidad a través de la vestimenta: a menudo usan flores, un símbolo tradicionalmente femenino, pero llevan la daga keris asociada con los hombres.
Muchos bissu nacen intersexuales, pero el término tiene implicaciones más allá de la biología.
Si bien el género en los bugis a menudo se describe como un espectro, se considera que los bissu están por encima de esta clasificación: son seres espirituales que no están a medio camino entre el hombre y la mujer, sino que encarnan el poder de ambos a la vez.
"Se dice que, en su descenso del cielo, los bissu no se separaron convirtiéndose en hombre o mujer, como la mayoría de la gente, sino que siguieron siendo una unidad sagrada de ambos", explica Davies.
Como tales, son percibidos como intermediarios entre mundos y ocupan un papel similar al de los chamanes en la religión bugis.
Poseídos por los dioses
Una anciana serena y un pollo que cacareaba fueron mis compañeros de viaje cuando me fui de Makassar en un maltrecho bemo (minibús público) de color azul celeste.
Mientras avanzábamos hacia el norte, fragmentos de piedra caliza kárstica, cubiertos de jungla, se elevaban hacia el cielo desde los arrozales circundantes.
Era época de siembra y pasamos por un campo donde se empujaba un arado mecánico, precedido por un desfile ritual de bissu, reconocibles por sus túnicas rojas, doradas y verdes y sus tocados adornados con flores de colores.
Seguimos conduciendo. El sol de la tarde comenzó a brillar como carbón y los agricultores bugis proyectaban sombras encorvadas y alargadas, mientras se inclinaban para ocuparse de los campos de arroz.
Cuando cayó la noche, llegamos a la ciudad de Segiri, donde seguí a una multitud de lugareños hasta una gran casa de madera.
Cinco bissu estaban reunidos en el centro de la habitación alrededor de una pila de arroz. El humo del incienso fragante se arremolinaba en la casi oscuridad, y el sonido de los tambores y los cánticos se aceleró a un punto febril mientras el bissu bailaba bruscamente hasta un estado de trance.
Al unísono, desenvainaron sus dagas keris y comenzaron a apuñalar las hojas onduladas en sus propias sienes, palmas, incluso en los párpados, aparentemente sin sentir ningún dolor o apenas sacando una gota de sangre.
Someterse a este ritual, conocido como ma'giri', y salir ileso es considerado como una prueba de que los bissu han sido poseídos por los dioses y están listos para dar bendiciones.
El idioma de los cielos
Esta ceremonia, como el desfile en el campo de arroz, está orientada a asegurar una cosecha abundante; buena salud y embarazos exitosos son otros de los resultados que se esperan de una bendición bissu.
"Convertirse en bissu es una llamada del alma", dice Eka, jefe de los bissu en Segiri.