Es una de las consecuencias más graves de las intoxicaciones alimentarias y en ocasiones puede acabar siendo mortal, si no se trata a tiempo.

conservas

Las complicaciones van desde debilidad prolongada al mal funcionamiento del sistema nervioso, parálisis o problemas respiratorios agudos, aunque las autoridades sanitarias de varios países advierten que los casos son infrecuentes.

El botulismo se produce por una toxina que libera la bacteria Clostridium botulinum. La bacteria en sí no es dañina. De hecho, está presente en el medio ambiente de forma general.

"Esto ocurre mayormente en conservas hechas sin las debidas precauciones y en alimentos inapropiadamente procesados, enlatados o embotellados en casa", explica la Organización Mundial de la Salud (OMS).

De hecho, el nombre de la bacteria proviene de botulus, la palabra latina para salchicha, pues al momento de su descubrimiento este era el alimento en el que se presentaba con mayor frecuencia.

La Organización Mundial de la Salud advierte que este tipo de intoxicación no se puede transmitir de persona a persona, aunque sí a través de heridas o por inhalación, así como por infección intestinal con C. botulinum en los lactantes.

Pero la toxina botulínica se encuentra y se transmite principalmente a través des alimentos mal procesados o con un nivel de acidez muy bajo.

En la lista de productos a tener en cuenta, el organismo internacional incluye conservas vegetales con bajo grado de acidez, tales como judías verdes, espinacas, setas y remolachas.

Las carnes o pescados crudos conservados mediante procesos de salado o ahumado deficientes también pueden presentar la toxina.

Lo mismo sucede con las vitaminas y los suplementos alimenticios.

"Los casos de botulismo de transmisión alimentaria frecuentemente guardan relación con alimentos listos para el consumo empaquetados con poco oxígeno", dice la OMS.

Entre los síntomas, los primeros que se pueden observar la examinar a un paciente intoxicado, son signos de debilidad muscular o parálisis, como párpados caídos y voz débil.

Las toxinas botulínicas son neurotóxicas, lo cual significa que afectan al sistema nervioso.

Se caracteriza por una parálisis flácida descendente que puede producir insuficiencia respiratoria.

De ahí lo grave que puede tornarse un caso de esta naturaleza si no se trata a tiempo.

Los síntomas iníciales incluyen fatiga intensa, debilidad y vértigo, seguidos generalmente por visión borrosa, sequedad de boca y dificultad para tragar y hablar.

También pueden darse vómitos, diarrea, constipación e inflamación abdominal.

La enfermedad puede dar lugar a debilidad en el cuello y los brazos, y afectar posteriormente los músculos respiratorios y de la parte inferior del cuerpo.

En los casos de botulismo no se produce fiebre ni pérdida de consciencia.

Por lo general se manifiestan entre 12 y 36 horas después de la ingesta del producto en mal estado.

El plazo mínimo es de cuatro horas y el máximo de ocho días, explica la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición.

Dado que se transmite a través de alimentos en conserva, al vacío o con baja acidez, la primera pista de que un producto no está en condiciones será el envase.

Deben evitarse los embutidos caseros o de dudosa procedencia.

"La prevención se basa en las buenas prácticas de elaboración, en particular la conservación y la higiene. El botulismo se puede prevenir mediante la desactivación de las esporas bacterianas en los productos esterilizados".

"Si te diagnostican botulismo alimentario o por herida en forma temprana, la antitoxina inyectada reduce el riesgo de padecer complicaciones, aunque no puede revertir el daño ya causado", explica la Clínica Mayo.

Los antibióticos solo se recomiendan en el caso de que la toxina haya entrado en el torrente sanguíneo a través de una herida.

Cuando el caso está avanzado y se diagnostica tarde, es probable que el paciente necesite un respirador mecánico a medida que la toxina se va eliminando.

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