Sudáfrica se convierte en el quinto país más afectado del mundo y la OMS advierte de que al continente le queda “un largo camino”.

Crédito: MARCO LONGARI / AFP

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“Ahora mismo estoy muy preocupado porque estamos empezando a ver una aceleración de la pandemia en África”. Con estas palabras pronunciadas la semana pasada, Michael Ryan, jefe de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), trataba de llamar la atención sobre una realidad: el continente africano, hasta ahora el segundo menos afectado por la covid-19 tras Oceanía, está viviendo un espectacular incremento de contagios. Hace tan solo dos meses las cifras eran de 100.000 casos y menos de 5.000 positivos diarios; en la actualidad se han alcanzado los 850.000 enfermos, de los que han fallecido 17.500, y el ritmo de nuevos afectados ronda ya los 20.000 al día.

“Y eso que aún no hemos llegado al pico”, asegura Mery Stephen, médica nigeriana técnico de la delegación regional de la OMS en África. A su juicio, “queda un largo camino por recorrer”. “El continente logró ralentizar la extensión de la pandemia con medidas agresivas cuando contaba con muy pocos casos, como confinamientos, toques de queda y cierre de fronteras, pero los gobiernos no pudieron mantenerlas mucho tiempo por las peculiaridades socioeconómicas del continente, donde hay mucha gente que vive al día. Ese relajamiento está detrás del incremento de contagios que vivimos ahora mismo”, incide.

África es diversa y también hay países donde el impacto de la covid-19 está siendo mucho menor debido a su reducido tamaño, su insularidad o a su adecuada gestión de la pandemia, como Seychelles, Gambia o Mauricio. En otros, con mayor población o vínculos con el exterior, como Nigeria, Ghana, Argelia, Kenia, Etiopía o Madagascar, el incremento de positivos preocupa a las autoridades sanitarias. Pero es Sudáfrica quien lidera todos los registros: es el país que más casos diarios reporta, una media de 13.000 la última semana, el que encabeza la cifra de contagios con 435.000, es decir, más de la mitad del total africano, y el que ha enterrado más muertos, unos 6.655. Ya es el quinto país más afectado del mundo tras Estados Unidos, Brasil, India y Rusia.

“No se puede decir que la situación esté fuera de control”, asegura Laura Triviño, coordinadora médica de Médicos sin Fronteras (MSF) en Sudáfrica, “pero estamos empezando a ver cómo los hospitales de Johanesburgo se están saturando de pacientes”. El epicentro de la pandemia en este país se ha desplazado de Western Cape, donde se encuentra Ciudad del Cabo, hacia las regiones de Eastern Cape, Gauteng, con las ciudades de Johanesburgo y Pretoria como focos más activos, y Kwazulu-Natal. “En Eastern Cape los hospitales no están preparados, la cifra de muertes es incluso más elevada allí”, añade Triviño.

El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, había ordenado uno de los confinamientos más duros del mundo, pero a finales de abril decidió aliviar la presión. Ahora acaba de anunciar la suspensión de las clases durante dos semanas para tratar de cortar el paso al virus. “La mascarilla es obligatoria y las fronteras siguen cerradas, pero la mayoría de los contagios se producen en los barrios de chabolas, donde es más difícil el distanciamiento social”, asegura Triviño. Esta semana se dio a conocer una cifra inquietante: el Consejo Sudafricano de Investigación Médica informó de que entre el 6 de mayo y el 14 de julio hubo 17.000 muertes más por causas naturales que la media del citado periodo. Todos los indicios apuntan a los efectos de la pandemia.

También en África Austral, el ministro de Sanidad de Madagascar hizo este miércoles un llamamiento público a la comunidad internacional asegurando que los hospitales estaban desbordados y que necesitaban material de protección para evitar el contagio del personal sanitario, así como tratamientos eficaces. La coordinadora de la OMS en África, la doctora Matshidiso Moeti, reveló que más de 10.000 sanitarios han dado positivo en el continente, que solo el 16% de las estructuras de salud cuenta con recursos óptimos para hacer frente a casos de covid-19 y que apenas el 8% de dichos centros, algo más de 2.000, tienen capacidad para aislar a pacientes.

La solidaridad internacional y sobre todo facilitar que los países africanos puedan acceder a los insumos que necesitan es clave. Un ejemplo son los test. Con unos 1.300 millones de habitantes tan solo se han realizado unos 6 millones de pruebas, según las cifras facilitadas por los Centros de Control de Enfermedades (CDC) del continente. Su director, John Nkengasong, ha pedido a los gobiernos que hagan un esfuerzo para aumentar su capacidad diagnóstica. Pese a ello, Mery Stephen no cree que las cifras oficiales estén mucho más afectadas por esta carencia que en otros continentes. “Es un problema global y África no es una excepción”, asegura.

En su opinión, lo más importante ahora es no bajar la guardia. “Estamos asistiendo a una relajación de los comportamientos individuales y sociales. Al principio muchas personas se lo tomaron en serio, pero luego no veían gran cantidad de enfermos ni muertos y abandonaron las precauciones. La percepción de riesgos por los Gobiernos pero también por parte de la población va a ser clave para la evolución de la pandemia en los próximos meses”, concluye Stephen.

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