El Presidente Donald Trump culpa a la organización de haber encubierto a China.

Crédito: UNIVISION.COM

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La primera jornada de la asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) evidenció la hostilidad de Estados Unidos hacia esa organización a cuenta de China.

Su veredicto está más que claro: los dos son culpables por el impacto mortal del coronavirus.

Sin citar a China por su nombre, Alex Azar, secretario de Sanidad de EE.UU., reiteró que Washington considera que la OMS comparte la responsabilidad por encubrimiento.

“Debemos ser francos sobre una de las razones principales por las que este brote se salió de control. Esta organización falló a la hora de obtener la información que el mundo necesitaba y este fallo ha costado muchas vidas”, subrayó Azar en su intervención en la asamblea virtual.

Este es el estribillo, con alusiones al “virus chino” o al “virus de Wuhan”, ciudad desde la que se expandió. En este razonamiento se considera que la OMS es una marioneta movida por los intereses del gobierno chino.

Estados Unidos, como anunció el presidente Donald Trump, ha congelado su contribución a la OMS, y ahora amenaza con una retirada absoluta de los fondos y con la posible salida de su país del organismo. “Si la OMS no se compromete a importantes mejoras sustantivas en los próximos 30 días, haré permanente mi suspensión temporal de fondos a la OMS y reconsideraré nuestra afiliación al organismo”, advirtió Trump en una carta al director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Según Washington, esta organización supuestamente ha encubierto los errores y mentiras de Pekín a la hora de comunicar la existencia del contagio.

En Twitter, Trump escribió ayer: “Estamos con ellos”. Se refería a la petición inicial de Australia de realizar una investigación independiente sobre el origen y expansión del virus. La propuesta contaría, según Trump, con el respaldo de “India, Japón, Reino Unido, Nueva Zelanda, Indonesia, Rusia y los 27 miembros de la Unión Europea”, afirmación que ya no se corresponde con la realidad. Muchos de estos países apoyaban ayer la propuesta más conciliadora que contiene el borrador pactado por países europeos.

El clima de conflicto entre los dos grandes países es tal que algunos cargos del ejecutivo estadounidense han insinuado que China envió aviones cargados de enfermos para propagar el patógeno. De forma mucho más clara, Trump ha proclamado que el virus no surgió de un mercado de Wuhan, sino que se les escapó a los chino de un laboratorio. Matizó que sucedió por incompetencia, no por mala fe.

Contrastes del trumpismo . Sólo hay que remontarse a febrero para escuchar al presidente Trump ­hablando bien de su “amigo” Xi Jinping. En Twitter y en declaraciones ante las cámaras, Trump había felicitado a su homólogo de Pekin, uno de los que ha tenido el honor de disfrutar de la mansión de Mar-a-Lago, la Casa Blanca de invierno, por sus esfuerzos para frenar la expansión del coronavirus y su transparencia en esta labor. De la amistad al odio sólo hay un paso, y más en temporada electoral. Ahora se ha recuperado el término guerra fría, pero aplicado a las dos grandes potencias planetarias. Las tensiones van más allá e incluyen el comercio, la tecnología, el espionaje o el control del mar de Sur de China, donde los buques de guerra de uno y otro país se despliegan como signos de amenaza.

La escalada de la Administración Trump es directamente proporcional a la propagación del virus en Estados Unidos –ya se han superado los 90.000 muertos– y al torrente de críticas contra el presidente y la Casa Blanca por la gestión de la crisis, plagada de indecisiones y de negaciones del peligro.

También sirve para poner en la diana a un enemigo al que atribuirle el desmoronamiento de la mejor coyuntura económica en la historia del país y del mundo entero, como repite Trump. Más de 36 millones de empleos destruidos en ocho semanas.

En este contexto, ayer se produjo un nuevo paso en esta escalada de confrontación en el marco de la asamblea de la OMS por el asunto de Taiwán, otro de los puntos calientes en la relación entre ambos países.

Mike Pompeo, jefe de la diplomacia estadounidense, emitió un comunicado colérico para condenar la exclusión de Taiwán como observador de la reunión global. Su petición no era más que otra afrenta contra Pekín, que considera que la isla forma parte de China.

“En un momento en el que el mundo esta luchando contra la pandemia –remarcó el secretario de Estado–, necesitamos instituciones multilaterales que cumplan su misión y sirvan a los intereses de todos los miembros, no jugar a hacer política mientras las vidas están en juego”.

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