Las autoridades norirlandesas se reúnen de urgencia para gestionar la escalada de la violencia en las calles. Una noche más, las protestas y disturbios en Irlanda del Norte, avivadas por las consecuencias fronterizas del Brexit, han tomado las calles de Belfast. El primer ministro británico, Boris Johnson, expresó su preocupación y condenó los actos violentos.

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Desde hace semanas, el descontento de los unionistas enciende las calles cuando cae la noche. Durante los disturbios del miércoles 7 de abril se reportó el secuestro y la quema de un autobús sobre las 18:00 horas en una calle concurrida de Belfast. Un episodio que ha llevado al Ministro de Asuntos Exteriores de la República de Irlanda a declarar a la cadena RTE que “los estallidos nocturnos de violencia en Irlanda del Norte deben parar antes de que alguien muera o resulte gravemente herido”.

La escalada de la violencia en las calles preocupó antes a Dublín que a Londres, pero finalmente Boris Johnson expresó “su preocupación”. Ahora, el Gobierno de Irlanda del Norte se reúne con carácter urgente para gestionar la situación. Sin embargo, la solución política a las tensiones parece complicada, puesto que el escenario resultante del Brexit solo intensifica unas divisiones preexistentes.

El acuerdo entre Bruselas y Londres para que el Reino Unido saliera de la Unión Europea comprende un nuevo control de aduanas entre la isla de Gran Bretaña y la de Irlanda, en la zona de Irlanda del Norte, a pesar de que sean el mismo país. Sin embargo, no hay frontera visible entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, aunque sean dos Estados distintos y aunque, desde el Brexit, el territorio del norte no forme parte de la UE.

Los unionistas -partidarios de permanecer atados a Londres- protestan porque consideran que el actual trazado aduanero, resultado del Brexit, les separa del resto del Reino Unido; lo cual favorece a los republicanos, que quieren unirse con la República de Irlanda, miembro de la Unión Europea.

El nuevo trazado fronterizo, comprendido en el anexo 'Protocolo de Irlanda' del acuerdo entre Reino Unido y la UE, fue diseñado precisamente para evitar la resurrección de 'The troubles' y no imponer una separación física entre las dos Irlandas. Sin embargo, el escenario post-Brexit desató el conflicto por el otro lado. El control aduanero en los puertos de Belfast y Lean para evitar que las mercancías británicas pasen de Irlanda del Norte a Irlanda (miembro de la UE), así como el desabastecimiento de ciertos productos, han revivido las brasas del conflicto tras más de 20 años de paz.

Escala la violencia en medio de los disturbios

Sin embargo, distintos expertos apuntan que, al margen de los factores materiales relativos al Brexit, las tensiones nacional-religiosas también han estallado como consecuencia social de la pandemia. Igual que ha sucedido en otras partes del mundo, algunos de los protagonistas de las protestas son adolescentes, jóvenes y otros sectores especialmente afectados por las restricciones impuestas durante un año.

“La destrucción, la violencia o la amenaza de violencia son completamente inaceptables e injustificables, sean cuales sean las preocupaciones que existan en las diferentes comunidades”, expresó en un comunicado el Gobierno Delegado de Irlanda del Norte, en el que comparten poder republicanos y unionistas.

“Aquellos que pretenden usar y abusar a nuestros niños y jóvenes para que cometan estos atentados no tienen cabida en nuestra sociedad”, sentencia el texto.

El corresponsal del diario español 'El País' en la zona escribe que “aunque ninguna autoridad ha presentado hasta la fecha pruebas concluyentes, la convicción generalizada entre la sociedad norirlandesa y entre sus políticos apunta a grupos paramilitares unionistas, como el de South East Antrim UDA -que siguen latentes a pesar del Acuerdo de paz-, como los responsables de haber agitado las aguas”. Un caldo de cultivo que hace tambalear los Acuerdos de paz del Viernes Santo firmados en 1998, de los que el pasado marzo se retiraron los paramilitares unionistas.

“Hace mucho tiempo que no veíamos este tipo de escenas en Irlanda del Norte, muchos pensaban que ya eran historia. Creo que hay que hacer un esfuerzo colectivo para rebajar la tensión”, declaró el ministro de Exteriores irlandés. El funcionario se refiere a escenas como lanzamientos de ladrillos, petardos o cócteles molotov de un lado a otro de los llamados “Muros de la paz” de Belfast, que dividen la ciudad desde que empezaron los enfrentamientos bautizados como “The Troubles” hace más de cincuenta años.

Difíciles perspectivas de resolver la situación mediante el diálogo

Los partidos políticos, tanto unionistas como republicanos, condenan la violencia y se pasan las responsabilidades de unos a otros. Por un lado, los unionistas usan el caso del funeral de Bobby Storey, miembro histórico del IRA, al que asistieron miembros del Sinn Fein, como arma arrojadiza. Resulta que las fuerzas del orden no sancionaron a los presentes en el entierro masivo del pasado mes de junio en el que no se cumplieron las restricciones sanitarias.

De hecho, la ministra principal de Irlanda del Norte, la pro-unionista  Arlene Foster, pide el cese de los disturbios, pero reclama la dimisión del jefe de los cuerpos de seguridad por su forma de llevar el caso del funeral, un tema que azuza la ira contra la policía.

Según fuentes policiales citadas por Reuters, desde el inicio de las protestas decenas de antidisturbios han resultado heridos. Pero por otro lado, el Sinn Fein, entre otros, acusa a Foster y a su Partido de la Unión Democrática de atizar las tensiones con sus críticas al acuerdo aduanero.

Las autoridades irlandesas, norirlandesas y británicas coinciden en la necesidad del diálogo para evitar daños mayores en un país oficialmente pacificado pero profundamente dividido. Tal y como indica el Ministro de Exteriores de Dublín, la actuación de Londres es necesaria para convencer a sus partidarios unionistas de que cese la violencia.

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