En barrios como Sagnam Vihar, en el sur de Nueva Delhi, los vecinos dependen para abastecerse de los camiones cisterna privados, que cobran por cada cubo de agua entre 20 y 50 rupias (entre 0,3 y 0,7 dólares), una suma importante si se tiene en cuenta que, según datos del Banco Mundial, el 60% de la población india gana un máximo de 3,2 dólares al día.
En el resto de la India, el problema no es diferente, con una de las mayores crisis del agua de su historia: el 75% de los hogares no disponen de agua potable y el 84% de las casas rurales carecen de suministro de agua, de acuerdo con datos oficiales del Gobierno indio.
Además, cerca de 600 millones de personas se enfrentan a casos de extrema escasez de agua en la India, el tercer país con la peor calidad de agua del mundo, con el 70% de sus recursos acuíferos contaminados.
Así, miles de colonias en todo el país carecen de agua y dependen de camiones cisterna que se desplazan hasta las zonas para proveerles un servicio de primera necesidad.
Es en este contexto cuando se produce el abuso de precios de las mafias, que se dedican a recoger el agua de reservas de pozos cercanos” para venderla a un precio mucho mayor en asentamientos ilegales.
Ahí las mafias del agua han conseguido establecer un monopolio que distribuye y sobrexplota los recursos, debido a que conocen muy bien las áreas y a los políticos de la zona.
El fuerte crecimiento demográfico de la India, que experimentó un aumento del 25,3% en los últimos 50 años hasta alcanzar los 1.300 millones de habitantes, también ha impulsado el mercado negro en las zonas que no disponen de suministros ni tuberías que conecten los hogares a una fuente de agua.
Este problema se agrava, teniendo en cuenta que a medida que la población aumenta, el nivel del agua disminuye. Por ende, las corrientes se secan y se reduce la cantidad de agua tanto en la superficie como bajo la tierra.
Por ello la única solución para abastecer a la población y terminar con esas mafias es la adopción de recursos tecnológicos que recojan tanto en las áreas metropolitanas como las rurales, el agua de lluvia que se canaliza bajo tierra. Sin la colaboración del Gobierno y planes de acción que combatan la desertificación ese objetivo nunca será posible.
EFEverdeerde