El Servicio Rural de Incendios ha decretado para el último día del año la prohibición de hacer fuego en once regiones de Nueva Gales del Sur, incluyendo la capital australiana Canberra, y extensas áreas del sur del estado a causa del alto riesgo de incendio.

Crédito: Peter Parks / AFP

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Pero los fuegos artificiales del puerto de Sydney serán una excepción y puntualmente a las 9 y a las 12 de la noche iluminarán la bahía.

Precisamente, en Canberra se han cancelado dos espectáculos y en la ciudad de Parramatta, al norte del río que se funde con el mar de Tasmania en Sydney, no se lanzarán los fuegos por el alto riesgo que suponen las rachas de viento que podrían superar los 70 kilómetros por hora según el departamento de meteorología australiano. “Cancelar [los fuegos] dañaría seriamente las empresas, especialmente después de los informes de una temporada baja en el comercio, y arruinaría los planes de millares de personas” decía la portavoz del Consejo de Sydney, Tanya Goldberg. Durante los últimos días el consejo se ha mostrado reticente a cancelar la fiesta ya que calculan que los fuegos generan 81 millones de euros en beneficios para la economía del Estado. Pero la decisión no se ha tomado sin polémica. Unas 250.000 personas han firmado un manifesto a favor de la cancelación y el ministro regional de Industria y Comercio, John Barilaro, ha pedido que se cancelara el evento. “El riesgo es muy alto –dice–. En algunas áreas los fuegos se han prohibido. No creemos, entonces, dos clases de ciudadanos.” Pese a sus demandas, la primera ministra de Nueva Gales del Sur, Gladys Berejiklian,dejó claro el domingo que los fuegos artificiales se celebrarían si eran “seguros”.

Mientras la Nochevieja de Sydney se teñirá de color entre el puente de hierro y la Ópera de Jørn Utzon, el país vive una grave crisis forestal. Millares de efectivos combaten las llamas de los incendios masivos que afectan grandes zonas de Nueva Gales del Sur, las colinas de Adelaida y Victoria. Se calcula que se han quemado más de 4,6 millones de hectáreas y diez personas han perdido la vida, la última un bombero voluntario en Jingellic cuando luchaba contra el incendio de Green Valley.

En las últimas horas un fuego amenaza las suburbios del norte de Melbourne y las autoridades han pedido la evacuación masiva de 30.000 turistas y 45.000 residentes de la zona de East Gippsland a causa de catorce fuegos que, empujados por el viento, se han convertido en “dinámicos e impredecibles” según el comisario de Emergencias de Victoria, Andrew Crisp. Las carreteras de la zona están cortadas y Crisp ha comparado la situación con el black saturday del 2009, cuando se quemaron 450.000 hectáreas en 10 incendios simultáneos y 173 personas perdieron la vida.

Este año la campaña es especialmente preocupante ya que las olas de calor se han sumado a la sequía en otoño y unos inviernos especialmente secos. Este escenario ha provocado que las llamas se propagasen por los bosques subtropicales entre Brisbane y Newcastle, unos territorios que normalmente son demasiado húmedos para ser pasto de las llamas. En el sur, tres regiones próximas a Adelaida, en el estado de South Australia, se encuentran en alerta catastrófica y Tasmania vive un diciembre con temperaturas de récord en Hobart, la capital. A la 13 horas y 37 minutos del mediodía de ayer se registraron 40,8 grados centígrados, la cifra más alta de su historia.

Para muchos científicos esta ola de incendios es extraordinaria ya que nunca se habían dado unas condiciones tan extremas. “Bajo la emergencia climática, las sequías serán más severas y frecuentes, incrementando el impacto del fuego” asegura Glenda Wardle profesora de Ecología y Evolución en la Universidad de Sydney. Wardle recuerda que “el fuego impacta de muchas maneras porque destruye las plantas y los recursos de los animales”, como por ejemplo el eucaliptus, hogar de los koalas.

Las autoridades de Nueva Gales del Sur calculan que se podrían haber perdido unos 8.000 animales de esta especie, que tiene una población 30.000 ejemplares en los bosques de la región. Según datos de la Universidad de Wollongong, publicados por The Guardian , en los últimos 50 años sólo dos temporadas de incendios han superado las cifras registradas hasta el momento. Fueron en 1974 y 1986, con la diferencia de que todavía quedan seis semanas de calor, viento y fuego.

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