El sector agrícola se enfrenta a incertidumbres como nuevas normativas frente al aumento de la obesidad, los desacuerdos comerciales, las plagas y la incidencia del cambio climático.

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Los precios de los productos básicos se mantendrán durante la próxima década similares a los actuales o incluso se abaratarán entre el 1% y el 2% anual. Las mejoras en la productividad superan el crecimiento de la demanda y generan una tendencia que es “una buena noticia para los consumidores pobres, pero ejercerá presión sobre los ingresos agrícolas”, resume el último informe de Perspectivas Agrícolas 2019-2028 que firma de forma conjunta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y que ha sido presentado este lunes en Roma. Según estas proyecciones, para la próxima década la producción agrícola aumentaría un 15% mientras que el uso de los terrenos permanecerá estable, en parte por la mejoras de la innovación tecnológica en los rendimientos y la intensidad de la productividad. Esto mientras que 1.300 millones de toneladas al año, un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano, se pierde o se desperdicia en el mundo.

Gran parte de la demanda adicional de alimentos provendrá de regiones con alto crecimiento demográfico como África, India y Oriente Medio, según se lee en el resumen del informe, que en esta edición va acompañado por un capítulo para América Latina y el Caribe, zonas donde se vaticina que aumentará su cuota en la venta de alimentos al extranjero del 23% actual al 25% en 2028, lo que la sitúa como la mayor región exportadora. Las tendencias estimadas por los expertos incluyen también una recuperación a corto plazo en los precios de cereales, la carne de vacuno y de ovino. Y en concreto en los cereales se prevé un incremento en su producción del 13%, fundamentalmente de arroz y trigo, con un aumento para la próxima década de unos 150 millones de toneladas. En pleno debate sobre la procedencia de la reducción del consumo de carne, los productos de origen animal registran una “sólida demanda” que genera incentivos para aumentar la producción del sector ganadero, por lo que prevé que “el aumento del uso de cereales para forraje excederá el incremento para uso alimentario”.

En el informe de año anterior ya se estimó un crecimiento del consumo per cápita de azúcar y aceite vegetal, una tendencia que se mantiene este año a causa de la urbanización y la propagación del consumo de alimentos procesados. Fenómenos que a su vez conllevan mayor sobrepeso y obesidad, padecimientos que afectan a 2.200 millones de personas, lo que supera a las hambrientas en el mundo (821.000 millones). Estos cambios en los hábitos de consumo imprimen un elemento de incertidumbre ante las posibles modificaciones normativas en el futuro, entre ellas evitar la epidemia de obesidad. “Es extremadamente importante porque estas múltiples formas de malnutrición pondrán mucha presión en las potenciales acciones políticas”, ha destacado Máximo Torero, director adjunto del departamento de Desarrollo Social y Económico de FAO durante la presentación.

El informe destaca entre otras incertidumbres a las que se enfrenta el sector agrícola la propagación de enfermedades en animales y plantas, como la peste porcina africana, la resistencia a los antimicrobianos o las nuevas normativas frente a las investigaciones genéticas en la producción de alimentos (fitomejoramiento). Los posibles acuerdos comerciales con importantes repercusiones en los mercados, como las tensiones manifiestas entre Estados Unidos y China, o el creciente impacto de los climas extremos, que inciden en la seguridad alimentaria, las inversiones o las migraciones condicionarán también las perspectivas futuras. Este estudio detalla que las emisiones directas de gases de efecto invernadero de la agricultura, marcadas en un 11% del total mundial, crecerá un 0,5% anual, en comparación con el 0,7% de los últimos 10 años. En otro informe de la FAO titulado El estado de los mercados de productos básicos agrícolas, publicado el pasado octubre, ya se adelantaba que, en términos comerciales, la subida de temperaturas perjudicaría la producción en las zonas en desarrollo y aumentaría las exportaciones de los países ricos, en una dinámica que radicaliza la brecha de la desigualdad.

Los pequeños agricultores, que producen más del 80% de los alimentos del planeta, son más vulnerables a la subalimentación, según reconoce la FAO. En alusión al ellos, y en un ambiente de desconfianza por los desacuerdos comerciales y la ralentización de las inversiones, el director de Comercio de la OCDE, Ken Ash, alentó a promover más políticas formativas, educativas, de capacidades y tecnología en la agricultura familiar. “Han demostrado una convincente capacidad de producción alrededor del mundo. Si se apuesta por ellos podremos dirigir una producción mejor, esto requiere confianza y compromiso de los Gobiernos”, ha señalado Ash. “Es importante mantener la agenda comercial en mente, pero también tener la agenda de las personas en mente. Y dejar a los agricultores familiares que hagan los que saben hacer bien”, ha concluido.

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