Para la activista, ensayista y crítica cultural estadounidense Mikki Kendall «ser feminista es una acción, no es solo una identidad», y así lo explica en su libro Feminismo de barrio. Lo que olvida el feminismo blanco, en el que hace una crítica al feminismo dominante que, asegura, ha fracasado al no integrar a la lucha las cuestiones de raza, clase y orientación sexual.

Mikki-Kendall-Feminismo-de-barrio

En el título, publicado en España por Capitán Swing, Kendall cuenta a través de sus propias experiencias porqué el hambre, la violencia, la hipersexualización, la falta de vivienda y la satisfacción de las necesidades básicas deben tratarse también como una cuestión feminista.

«Es importante que la gente entienda que las mujeres, sus familias y sus comunidades enfrentan todos estos problemas, por lo que decir que no son problemas feministas es decir que solo importan algunas mujeres en sus comunidades. Si vamos a decir que el feminismo es para todas, el feminismo debe abordar los problemas que todas enfrentan. Lo que impacta a las mujeres es un problema feminista», dice Kendall (Chicago, 1976) en una entrevista con Efeminista.

Además, la escritora cuestiona el discurso de la libertad y acceso a puestos de poder de las mujeres que hasta ahora se ha planteado en la agenda feminista pues asegura que no es interseccional ni combate los problemas que afectan a las más marginalizadas. «Que a las mujeres blancas les fuera mejor no era, ni sería después, el camino hacia la libertad de las mujeres negras», escribe en el libro.

«No es suficiente decir ‘soy feminista'»

Kendall plantea al «feminismo de barrio», en donde lo más importante «es el trabajo que haces y por quién lo haces», como la guía para rescatar al movimiento feminista dominante de su «miopía».

«No es suficiente decir “soy feminista” y luego no hacer nada, sino que hay que trabajar y el trabajo puede ser grande o puede ser muy pequeño. Ya sea que estés haciendo grandes marchas o simplemente estés trabajando en tu comunidad local. Ser feminista es una acción, no es solo una identidad», agrega.

Y esas acciones que reclama deben tener como objetivo «hacer del mundo un lugar más equitativo para todas» y no solo para las personas que ya gozan de ciertos privilegios. «Especialmente por cómo funciona la opresión para las mujeres, especialmente hacia las mujeres de color y mujeres trans, etc».

La autora estadounidense cree que el movimiento empezó a perder su esencia cuando se comenzó a hablar del feminismo «como si fuera solo algo en una camiseta o algo para ser directora ejecutiva».

«Si ya no tienes que preocuparte por la comida, la vivienda, la seguridad o la educación, entonces sí, puedes concentrarte en tu día a día en cosas como cómo llegar a ser la jefa. Pero si estás diciendo que como movimiento ese debería ser nuestro enfoque, la pregunta tiene que ser qué pasa con todas las personas que todavía tienen que preocuparse por la vivienda y la comida. ¿Qué significa eso para ti?», interpela.

«Se supone que el feminismo es algo en lo que todas están trabajando juntas. Pero si dices que el enfoque está en lo que este grupo pequeño y privilegiado aún no tiene, no estamos trabajando para todas. Simplemente estamos creando más privilegios para las privilegiadas», enfatiza.

No habrá igualdad mientras haya racismo

Mikki Kendall cree que para que germine una verdadera transformación las feministas blancas «tienen que trabajar un poco» y apoyar los movimientos en los que las negras, indígenas, asiáticas y latinas están presionando por el cambio.

Y además, tienen que reconocer que «no todas estamos teniendo la misma experiencia». «No se puede decir: «Después de que tengamos igualdad, entonces podremos lidiar con el racismo». Nunca vamos a tener igualdad mientras haya racismo. Nunca vamos a tener igualdad con la pobreza y todas estas otras cosas en su lugar».

Cuestionada sobre el poco impacto que en algunos países llegan a lograr las mujeres negras, indígenas o latinas cuando llegan a puestos de representación popular, la autora dice que hay que hacer responsables a esas políticas por lo que prometieron en campaña.

«No es suficiente tener a una mujer negra o tener una indígena como representante. Luego de las elecciones hay que responsabilizarlas. Eliges a la persona que parece que va a hacer el trabajo cuando votas y cuando llega al cargo no puedes quitarle el pie del cuello. Tienes que seguir escribiendo y llamando y presionando para que sepan que hay un precio porque en realidad son empleadas», sostiene.

Pero tampoco, reivindica, «podemos esperar que una persona haga todo». «Tenemos que votar por una variedad de políticas y asegurarnos de que todas las políticas por las que podamos votar, tantas como sea posible, hagan este trabajo».

Alzar la voz y reivindicar el feminismo

La autora cuenta que, pese a que algunas lectoras blancas «no les gusta escuchar que están equivocadas», en general ha recibido críticas muy buenas por su libro.

«Creo que para mucha gente el libro resonó porque esta es su experiencia. Ya sea una mujer blanca pobre en Hungría o una persona indígena en América o Canadá o en México o más al centro o América del Sur», valora.

Y el pulso lo toma también gracias a los pedidos de traducciones de su libro que le hacen en países como Corea o Japón. «Muchas mujeres también están teniendo la misma experiencia que, digamos, una mujer negra de bajos ingresos en Estados Unidos».

Kendall también asegura que es vital seguir hablando y cuestionando estos temas. «Creo que no llegaremos a nada parecido a la igualdad o la seguridad si nos callamos. Creo que es muy necesario, aunque sea impopular».

«No digo que sea seguro para todos hacer las cosas como yo las hago. Estoy en América. Tengo una buena comunidad y todavía recibo amenazas de muerte. Así que sé que para las personas que no están en mi situación, puede que no sea tan seguro hablar. Pero si es seguro para ti hablar, creo que tienes el deber de hablar por las personas para las que no es seguro», concluye.

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