Una investigación revela que los eventos climáticos extremos se han multiplicado desde la década de los sesenta.

Crédito: JUAN KARITA / AP

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Cuando hay sequía, los árboles concentran todas sus energías en sobrevivir. Sin agua, no crecen y eso se refleja en los anillos que forman su tronco año a año. Los círculos concéntricos casi se superponen en los períodos difíciles, mientras que en condiciones óptimas se engrosan. El análisis de los bosques realizado en el primer Atlas de sequías de Sudamérica (SADA, en sus siglas en inglés) muestra que desde 1400 hasta la actualidad nunca habían crecido tan poco, una nueva voz de alarma sobre los efectos del cambio climático en la naturaleza.

“Desde la década del sesenta, los eventos hidroclimáticos extremos están aumentando en el tiempo. Antes era uno cada 20 años, ahora aproximadamente cada 10 años hay una sequía extrema”, afirma Mariano Morales, director del proyecto en el que participaron científicos de Argentina, Chile, Bolivia, Estados Unidos, Francia e Inglaterra. “El atlas por sí solo no proporciona evidencia sobre cuánto de los cambios observados se deben a los efectos provocados por las actividades humanas, pero sí sabemos que hay una asociación estrecha. Las emisiones de gases de efecto invernadero están provocando mayores eventos extremos y podemos predecir que va a seguir en el tiempo”, agrega el investigador del Laboratorio de Dendrocronología del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla).

El atlas recopila datos de más de 15.000 árboles de doce especies diferentes ubicados en unos 300 bosques a los dos lados de la cordillera de los Andes, desde el sur de Perú hasta Tierra del Fuego, en el extremo sur del continente sudamericano. Las especies elegidas tienen en común una alta sensibilidad a los cambios hidroclimáticos y su gran longevidad, en ocasiones superior a los mil años, como en el caso del alerce y el ciprés de la cordillera.

Los dendrocronólogos llegan a los bosques e introducen una barrena en el tronco de los árboles elegidos para extraer una muestra. En ella analizarán los anillos de crecimiento, que les permitirá mirar hacia atrás y reconstruir su historia. La distancia entre los anillos refleja cambios anuales en la humedad del suelo y el estudio muestra que se correlacionan con las sequías e inundaciones registradas al inicio del periodo colonial español y con las mediciones instrumentales actuales. El proyecto, fruto de años de colaboración, se suma a los atlas ya existentes en América del Norte, Asia, Europa, Nueva Zelanda y Australia para entender las consecuencias negativas de las sequías en el pasado y la incidencia cada vez más documentada de los seres humanos en el calentamiento global.

“El atlas proporciona evidencia de que los años de la rebelión de Tupac Catari y Tupac Amaru en 1780-81 estuvieron precedidos por casi una década de sequía persistente y la consiguiente escasez potencial de alimentos en toda la región del Altiplano”, describe Morales. En el otro extremo están, por ejemplo, las inundaciones del río Paraná a mitad del siglo XVII, que destruyeron casi la mitad de de Santa Fe y obligaron a relocalizar esta ciudad, hoy capital de la provincia de Entre Ríos. “Cuando vemos en el Atlas de sequías el año 1651, vemos que las condiciones fueron extremadamente húmedas en toda la región de la cuenca del Plata y zona pampeana, consistente con los datos históricos”, detalla.

Más cerca en el tiempo, los bosques andinos quedaron marcados por la gran sequía de 1968, que tuvo un gran impacto en Chile: la producción agrícola se desplomó un 65% y el ganado del país se redujo a casi la mitad. La ausencia severa de precipitaciones se ha repetido desde entonces en 1976-77, 1996-97, 2007-2008 y desde 2010 hasta 2019.

La combinación del atlas sudamericano con el de Australia y Nueva Zelanda permite conocer más sobre la evolución climática del Hemisferio Sur, menos estudiada que la del Norte, y los cambios en las precipitaciones vinculados a la circulación atmosférica. Cuando coinciden eventos como El Niño o La Niña con circulación de vientos en latitudes medias a 40 y 50 grados producen sequías o condiciones húmedas muy extendidas en todo el territorio.

En las últimas décadas, según el investigador del Ianigla, la disminución de ozono ha hecho que el cinturón de vientos del oeste que rodea la Antártida se desplace hacia la periferia y que esos vientos cargados de humedad no entren al continente sudamericano, lo que ha provocado menos lluvias en el oeste de la Patagonia y que los árboles sufran esa sequía y crezcan menos.

“Sudamérica tiene una gran vulnerabilidad a los eventos climáticos extremos”, advierte Morales, quien cree que el atlas debería saltar el cerco de la comunidad científica e interesar también a los responsables de elaborar políticas sobre el impacto social, económico y ambiental del cambio climático. Los investigadores trabajan ya en una segunda versión, que incluirá cronologías de árboles de Perú, Brasil y Colombia.

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