Las emisiones bajaron un 2% en el 2018; las metas sobre renovables del 2020 están cercanas; pero los gases del transporte por carretera y de la aviación son los ‘garbanzos negros’.

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La Unión Europea (UE) redujo sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 2% en 2018, según las estimaciones de la Agencia Europea del Medio Ambiente. Sin embargo, el creciente consumo de energía continúa obstaculizando una mayor participación de las fuentes renovables. Como en años anteriores, el sector del transporte sigue siendo el punto más preocupante del aumento de sus emisiones de gases.

La Unión Europea va camino de lograr sobradamente para el 2020 su objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto en un 20% en comparación con los niveles de 1990.

Los datos de los estados miembros indican que las emisiones totales de la UE disminuyeron un 2,0% en 2018 y que estas bajaron el 23,2% por debajo de los niveles de 1990.

Sin embargo, las tendencias aún no están en línea con el objetivo marcado para 2030: lograr al menos una reducción del 40% en las emisiones.

Ese es el compromiso firmado en el Acuerdo de París.

Las políticas actuales solo pueden ofrecer una reducción del 30% para 2030, si bien la aplicación de las políticas planificadas podría elevar esa reducción hasta un 36%; todo ello, según los informes de 2019 de la Agencia Europea de Medio Ambiente.

Únicamente, Grecia, Portugal y Suecia esperan alcanzar a tiempo sus objetivos del 2030 con las políticas y medidas vigentes.

Otros siete estados (Bélgica, Croacia, Francia, Hungría, Italia, Eslovaquia y España) prevén alcanzar sus objetivos con políticas adicionales.

España está en este listado sobre todo por los compromisos recogidos en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 enviado a Bruselas y el anteproyecto de ley de Cambio Climático, muy favorablemente acogido por las instituciones europeas.

Los restantes 18 países no han indicado en sus proyecciones de qué manera van a cumplir lo acordado en el reparto de esfuerzo entre países.

El garbanzo negro es el sector del transporte, que sigue siendo el que más quebraderos de cabeza da por su incesante aumento de sus emisiones de gases y la baja presencia de la energía renovable.

La UE ha logrado imponer las reducciones en gran parte gracias a la “mano dura” empleada para reducir los derechos de emisión que pueden disponer las grandes plantas industriales o focos de CO2 sujetos al sistema de compra venta de derechos de emisión (térmicas, siderurgia, cemento, vidrio, papel, cerámica, transporte aéreo interno…)

En el reverso de la moneda, el sector del transporte sigue siendo el que más quebraderos de cabeza da por su incesante aumento de sus emisiones de gases y la baja presencia de la energía renovable.

Las emisiones totales de las instalaciones de estas grandes industrias sujetas al mercado de derechos disminuyeron un 4.1% de 2017 a 2018, sobre todo por el menor uso del carbón en las centrales eléctricas.

Sin embargo, la gran excepción viene dada por las emisiones de las aerolíneas, que crecieron un 4.0% en 2018, debido a la creciente demanda en viajes aéreos.

El conjunto de los sectores sujetos a la directiva comunitaria de comercio de emisiones deben bajar sus emisiones un 43% para el año 2030 (respecto al 2005), pero las proyecciones indican que las políticas nacionales existentes no permiten que se superen el 36%.

En el año 2018, se subastaron menos derechos de emisión de la UE, pero los ingresos de esas subastas aumentaron desde los 5.500 millones de euros a 14.100 millones de euros, debido al aumento en el precio promedio de emisión. Los derechos de emisión pasaron de costar 5.8 euros por tonelada en 2017 a 15.5 euros por tonelada en 2018.

En cambio, el objetivo de la UE en cuanto a participación de las energías renovables en el consumo final de energía (un 20% para 2020) está “al alcance”.

El porcentaje de energías renovables en el año se situó en el 18.0%.

Pero hay algunos puntos negros.

Mejorables.

Así, en el sector del transporte, solo el 7,6% de la energía provino de fuentes renovables en 2017 y un 8,1% en el 2018, mientras que su objetivo global para el 2020 es del 10%, cifra difícilmente alcanzable.

El ritmo global de penetración de las energías renovables no crece de manera lo suficientemente rápida como para alcanzar el objetivo de la UE: el 32% para 2030.

Según el análisis de la Agencia Europea, la proporción de energías renovables ha estado creciendo a una tasa promedio de 0.7 puntos porcentuales cada año, pero, durante la próxima década, el aumento debe ser de al menos 1,1 puntos porcentuales por año en promedio.

La Agencia Europea de Medio Ambiente señala que el consumo final de energía en la UE (la energía consumida por los usuarios finales) creció en el año 2018 por cuarto año consecutivo, en un 0.1%.

Lo más preocupante de esta tendencia general es que es especialmente acusada en el sector de la edificación, donde el consumo final de energía aumentó un 8,3% entre 2014 y 2017, mientras que en el transporte ese aumento fue del 5,8% en el mismo período.

Mientras tanto, las estimaciones indican que el consumo de energía primaria (la demanda total de energía) disminuyó un 0,9% en 2018.

Con estas tendencias, la posibilidad de cumplir el objetivo de eficiencia energética para el 2020 parece cada vez más difícil.

Para cumplir el objetivo establecido para el 2030 (reducir el 32,5%, el consumo de energía), la UE debería disminuir más del doble de rápido la tasa registrada entre el 2005 a 2017.

A pesar de las tendencias generales y el riesgo de perder el objetivo de eficiencia energética de 2020 a nivel de la UE, la Agencia señala que varios estados miembros han demostrado avances notables en este ámbito.

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