Una mañana de fines de agosto, el pueblo de Puyuhuapi despertó con la sorpresa de que durante la noche habían sido instaladas jaulas salmoneras en la bahía, a unos 500 metros de la localidad. El poblado de solo 700 habitantes, enclavado en la parte norte de un tranquilo fiordo y rodeado de la exuberante belleza de los bosques de la Patagonia chilena, vive principalmente del turismo.
"Esto da mala imagen. Los turistas quieren venir a un lugar prístino y es sabido que las salmoneras contaminan. Si salen en kayak y pasan al lado, se podría sentir hasta el olor. Y, además, está la contaminación visual en una bahía de naturaleza virgen en que ahora van a encontrar piscicultura en la playa", dice Luisa Ludwig a DW.
Ella es descendiente de uno de los fundadores de este pueblo remoto. Fueron cuatro aventureros alemanes quienes, en 1935, se instalaron en este rincón de sobrecogedores paisajes, entre los que dominan ventisqueros, montañas, canales y bosques. Dejaron su sello en la arquitectura, la gastronomía y la cultura, en la fábrica de cerveza y la de alfombras Hopperdietzel, y formaron una comunidad que mezcla tradiciones chilenas y alemanas.
Este microcosmos único es el que hoy buscan proteger autoridades y organizaciones locales, como la junta de vecinos y el sindicato de pescadores, entre otros. "Antes, la gente creía que por el trabajo y el progreso no importaba la contaminación, pero los vecinos tenemos otra postura. Tenemos un legado para las futuras generaciones y hay que protegerlo", señala a DW Pamela Rodríguez, presidenta del Consejo de la Cultura de Puyuhuapi.