Las temperaturas aumentarían 3,2ºC a final de siglo, pese al Acuerdo de París, según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

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Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero deberían bajar un 7,6% cada año entre 2020 y 2030 para que la humanidad estuviera en camino de contener el aumento de temperaturas en 1,5°C, tal y como fijó como objetivo más ambicioso el Acuerdo de París.

Y si lo que se persigue es un objetivo menos ambicioso (y nos contentamos con evitar una subida por encima de los 2ºC, siempre respecto a las de la época preindustrial), el descenso de gases invernadero deberían ser del 2,7% anual.

Así lo indica el informe Brecha de Emisiones, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

El informe evalúa la distancia entre las emisiones previstas hasta el año 2030 y los niveles que deberían darse para ser congruentes con los objetivos del Acuerdo de París.

Otros informes han hecho un análisis parecido, y han apuntado que las grandes economías van camino de incumplir los compromisos de París.

En la fase actual, y si se cumplieran todos los compromisos suscritos bajo el pacto alcanzado en París, las temperaturas del planeta aumentarían hasta 3,2ºC a final de siglo.

Pero si no se hiciera nada, entonces los termómetros marcarían ascensos de entre 3,4 y 3,9ºC.

El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) advirtió en octubre del 2018 que aumentos de temperaturas por encima de los 1,5°C intensificarán los impactos climáticos: olas de calor, deshielos, subida del nivel del mar y otros fenómenos climáticos extremos.

El PNUMA sostiene que los países deben aumentar su ambición climática más de cinco veces respecto a sus esfuerzos actuales, para alcanzar la meta de los 1,5ºC.

En este sentido, el 2020 será el año clave, puesto que los países deberán presentar sus planes o actualizar los existentes y aumentar significativamente sus compromisos.

Las grandes economías del G-20 representan el 78% de las emisiones, pero solo diez de ellas están en camino de cumplir los planes suscritos (China y la UE colectivamente, así como Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia, India, México, Rusia y Turquía).

Por el contrario, siete de ellos deberán aumentar sus acciones (Australia, Brasil, Canada, Japón, República de Corea, Sudáfrica y EE.UU.).

Argentina presenta resultados contradictorios, Indonesia muestra un balance negativo si se incluye en su inventario de gases la deforestación y el uso del suelo y Arabia enseña unos datos insuficientes para ser evaluados.

A corto plazo, los países desarrollados tendrán que reducir sus emisiones más rápidamente que los países en desarrollo, por razones de equidad. Sin embargo, todas las naciones necesitarán contribuir más.

Los países en desarrollo pueden aprender de los ejemplos exitosos de países desarrollados.

Hay soluciones disponibles para cumplir lo acordado en París; el problema es que no se están llevando a cabo de forma lo suficientemente rápida y en una escala amplia.

Las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado de media cada año un 1,5% la última década (pese al estancamiento entre el 2014 y el 2016).

Y en el 2018 alcanzaron un total de 55,3 gigatoneladas de CO2 equivalente (GtCO2e), incluyendo la deforestación y el cambio de uso del suelo.

Por eso, para lograr una seguridad climática el año 2030, se necesitaría bajar las emisiones totales un 25% (13 GtCO2e) y un 55% (32 GtCO2e) para situar al mundo en la senda que limite el calentamiento a 2ºC y 1,5ºC respectivamente.

“El fracaso colectivo que supone no haber actuado a tiempo, y de manera decidida, contra el cambio climático comporta que ahora debamos efectuar recortes drásticos en las emisiones, de más del 7% al año si los desglosamos de manera uniforme durante la próxima década”, señala Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.

Andersen destaca que no se puede esperar hasta finales de 2020 para intensificar la acción y resalta los beneficios asociados a la lucha contra el cambio climático.

Andersen reclama conseguir tantas reducciones de gases como sea posible y reforzar las contribuciones determinadas a nivel nacional prometidas, para impulsar las grandes transformaciones de las economías y las sociedades.

Recuperar el tiempo perdido.

Es la consigna.

“Si no lo hacemos el objetivo de 1,5°C estará fuera de alcance antes de 2030”, insiste.

El Pnuma destaca también las importantes ventajas y beneficioso asociadas a la lucha contra el cambio climático. Mitigar el calentamiento comporta también la descontaminación del aire de las ciudades (y por lo tanto, la mejora de la salud) y un impulso a los objetivos de desarrollo perdurable.

El resultado de todo esto es que para compensar la inacción del pasado, es necesario que en la próxima década se produzcan importantes transformaciones sociales y económicas, incluida la rápida descarbonización de los sectores de energía, construcción y transporte.

“Las energías renovables –que han experimentado reducciones de costes del 80% en la inversión la última década- y la eficiencia energética son ingredientes clave de una transición energética”, se señala.

Por ejemplo, la sustitución de las fuentes convencionales (energía fósil) por tecnologías que aprovechan ellos recursos renovables podrían reducir las emisiones de CO2 del sector eléctrico en 8,1 Gt CO2 en 2050 y, de la misma manera, la electrificación del calor así como la aplicación de criterios de eficiencia energética en el sector de la construcción puede disminuirlas en 2,1 GtCO2.

La electrificación del transporte podría reducir las emisiones de CO2 en este ámbito en un 72 por ciento para 2050 (6,1 GtCO2).

Sin embargo, esta transición necesitará inversiones en el campo de la oferta de entre 1,6 y 3,8 billones de dólares al año, dependiendo de la velocidad con que se quieran aplica estos cambios y el nivel de los esfuerzos en ahorro y eficiencia energética.

De la misma manera, se insiste en que el uso más eficiente de materiales como el hierro, el acero y el cemento ofrece oportunidades complementarias a la transformación del sistema energético.

En 2015, la producción de materiales provocó emisiones de aproximadamente 11,5 gigatoneladas de CO2 equivalente.

“Es informe es un aviso contundente por parte del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. No podemos dilatar más la acción climática, la necesitamos a todos los niveles, por parte de los gobiernos nacionales, supranacionales, del conjunto de actores económicos y, por supuesto, la presión, el entendimiento, la comprensión de la sociedad civil.Tenemos que actuar alineados con los objetivos del Acuerdo de París”, señaló la ministra para la Transición Ecológica en funciones.

“Tenemos que elevar la ambición. El informe del Pnuma nos dice que las emisiones deben tocar techo en el 2020, eso es pasado mañana, y empezar a descender de manera acelerada a partir de esta fecha. Por lo tanto, la COP25 en Madrid tiene que ser un hito decisivo si queremos tener una oportunidad para el clima”

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