Casi ni una gota de agua ha caído en el norte y la costa de Kenia durante el último año, una sequía que ha dejado sin alimento ni el preciado líquido a algo más de dos millones de personas y ha matado a miles de animales.

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Diez condados sufren especialmente la falta de agua: Turkana, Marsabit, Mandera y Wajir, en el norte; Samburu e Isiolo (centro-norte), Garissa (este); y los costeros Tana River, Kilifi y Lamu.

Ante esa calamidad, el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, declaró el pasado mes la sequía como un “desastre nacional” y ordenó al Tesoro liberar 2.000 millones de chelines kenianos (unos 15,6 millones de euros) con el fin de comprar comida de emergencia para los damnificados.

Esta sequía es resultado de la época de “lluvias cortas” que falló entre octubre y diciembre de 2020, y del periodo de “lluvias largas” (más intensas) esperadas entre marzo y mayo de 2021, que estuvieron por debajo del promedio, sobre todo en el norte y la costa.

“Estamos experimentando un desastre (…) en la región costera”, declara a Efe el director de la Cruz Roja en esa zona, Hassan Musa, en la sede la organización en Malindi, la ciudad más grande de Kilifi y conocida como popular destino turístico por sus playas.

Más de 400.000 personas padecen la escasez de agua en la región costera, pero “no sólo los seres humanos se ven afectados por la sequía, sino también los animales”, matiza Musa.

Más de 10.000 cabezas de ganado perdidas

“Hemos perdido, hasta ahora, más de 6.500 cabezas de ganado en el condado de Kilifi, y también perdimos más de 4.000 en Tana River”, precisa el responsable de la Cruz Roja.

El hallazgo de esqueletos y cadáveres de vacas y otros animales en terrenos pedregosos azotados por la sequía se ha convertido en una estampa habitual en esas áreas.

Bien conoce ese problema la granjera Naomi Kaingu Ngolo, residente en la zona de Ganze (Kilifi), donde numerosos lugareños viven en modestas cabañas de barro y paja y cada vez quedan menos charcas, que usan tanto personas como el ganado para subsistir.

“Traemos a nuestras vacas aquí para que beban agua. Actualmente, la mayor parte del ganado ha muerto de hambre”, dice a Efe Ngolo en un terreno árido en el que se alzan árboles mortecinos abatidos por la sequedad y en el que han perecido las plantaciones de casava.

 “Tenía doce vacas y terminé perdiendo once”, continúa la mujer, apesadumbrada.

“Incluso los residentes ya no tienen comida y el agua es un problema. En cuanto al ganado, podríamos vender y, a su vez, alimentar a nuestros niños y familia, pero ya no tenemos vacas para vender porque la mayoría están muertas”, añade Ngolo.

La semana pasada, el Gobierno keniano empezó oficialmente la distribución de alimentos entre la población golpeada por la sequía, en un acto dirigido por el ministro de Descentralización, Eugene Wamalwa, en Kilifi.

“El presidente (Kenyatta) ha ordenado a los secretarios de su gabinete que salgan de sus oficinas en Nairobi (…). Quiere que vayan y se queden en las aldeas con la gente para distribuir alimentos, agua y alimento para el ganado”, afirmó Wamalwa.

Musa espera que ese dispositivo de ayuda “continúe durante las próximas semanas“, porque “la situación empeora día a día” y “la gente tiene que sobrevivir”.

“Niños desnutridos”

“Se saltan las comidas. En lugar de tener tres comidas, algunos de ellos sólo tienen una comida (…). Y si tienen esa única comida, pueden sacrificarse los adultos y darles a los niños quizás dos comidas al día”, explica el director de la Cruz Roja, al alertar de que “probablemente” pueden verse “niños desnutridos en estas áreas”.

“No esperamos que llueva pronto -remarca- y eso hace que aumente el número de personas que se enfrentan a esta sequía”.

Ese vaticinio ha sido confirmado por el Departamento Meteorológico de Kenia, que prevé que la próxima época de “lluvias cortas” (octubre, noviembre y diciembre) será escasa en precipitaciones.

La sequía ya es un problema grave de por sí, pero se ha complicado por la pandemia de covid-19, que ha causado en Kenia, de momento, más de 251.500 casos y más de 5.200 muertes.

“La covid realmente ha afectado en términos de éxodo”, explica Musa.

“Mire Kilifi -ejemplifica-, donde varios hoteles se cerraron (por la pandemia). Eso hizo que el personal regresara a las áreas rurales con la esperanza de cultivar, sólo para darse cuenta de que no hay lluvia”.

“Si no se toman medidas ahora -concluye Musa-, probablemente la situación empeorará”.

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