Los más pobres son los que mas sufren los impactos del calentamiento global.

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Somalia es un perfecto ejemplo de los estragos que está causando la crisis climática en un país devastado también por la inseguridad y los combates.

La cumbre COP25 deberá oír la voz de las naciones más pobres, las que menos contribuyen a los desastres desatados por el clima pero las que más los sufren.

Los padecen tanto que sólo en Somalia casi 370.000 personas se han visto afectadas por las inundaciones del pasado mes de octubre quedándose sin casa y con acceso limitado a agua potable y alimentos, tal como alerta la Agencia de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Los ciclones, desbordamientos de ríos, incendios forestales y sequías generan una media de 20 millones de desplazados anuales en todo el mundo, según el informe “Obligadas a abandonar su casa” de Oxfam Intermón.

Las inundaciones de hace unas semanas en Somalia causaron al menos 17 muertos, además de la destrucción de campos de cultivo y la pérdida de ganado, los principales medios de subsistencia de la población, un año en que la producción de cereales en el sur del país ha registrado mínimos históricos. Las sequías y las crecidas de ríos se han repetido de manera cada vez más intensa en las últimas tres décadas.

Somalia, lamentablemente, lo tiene todo. Un 10,76% de su población se ve azotada cada año por la sequía, porcentaje al que cabe sumar un 3,85% de sus habitantes desplazados por conflictos armados y un 1,1% por fenómenos meteorológicos extremos repentinos, según el estudio lanzado hoy por Oxfam Intermón con motivo del inicio de la cumbre de Madrid.

Somalia ocupa el tercer lugar de la lista de países en los que sus habitantes están más expuestos a tener que abandonar sus hogares por emergencias climáticas o por la violencia. El primero es Filipinas seguido de Sri Lanka y, tras Somalia, están Myanmar, Colombia, Sudán del Sur, Níger, Benin, Nigeria y República Centroafricana, según dicho documento.

Somalia, igual que Filipinas o Myanmar, precisa de inversiones para mitigar el impacto de estos desastres. La OCHA destaca en un informe que los ríos Shabelle y Juba requieren urgentemente obras de mantenimiento y limpieza para prevenir en lo posible los periódicos desbordamientos.

Jacobo Ocharan, responsable del área de Crisis Climática de Oxfam Intermón, recuerda que los países ricos deben movilizar en el año 2020 los 100.000 millones de dólares anuales ratificados en la cumbre de París del 2015 para reducir las emisiones y promover la adaptación de las zonas más pobres y castigadas. “El acuerdo era llegar paulatinamente a los 100.000 millones pero, en el 2018, de los 48.000 millones que se reportaron oficialmente sólo 21.000 se dedicaron específicamente a combatir la crisis del clima”, afirma Ocharan.

Oxfam también recuerda que cabe crear con celeridad un servicio financiero, “por daños y perjuicios”, para acompañar a las comunidades golpeadas por desastres. En realidad, dicho mecanismo se aprobó en Varsovia hace tres años pero no se ha desarrollado. Son deberes aparcados pero que son vitales para las regiones más vulnerables del planeta.

Durante la última década se ha quintuplicado el número de desastres causados por condiciones meteorológicas extremas que han forzado a poblaciones a dejar sus casas, según la base de datos del Centro de Vigilancia de Desplazados Internos (IDMC, en sus siglas en inglés). La media es de 20 millones anuales aunque en el 2010 la cifra superó los 42.

Casi el 5% de la población de tres estados insulares, Cuba, República Dominicana y Tuvalu, se han tenido que desplazar por el impacto de ciclones tropicales. “Las tormentas se están volviendo cada vez más destructivas, ya que las aguas más cálidas favorecen que el viento alcance velocidades máximas más elevadas y un aumento de las precipitaciones”, subraya Oxfam.

Los ejemplos del impacto de las sequías y las inundaciones se repiten en todos los continentes. Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua son testigos de la ampliación de tres a seis meses de su estación seca. “La mayoría de las cosechas se han perdido, lo que ha provocado que 3,5 millones de personas necesiten ayuda humanitaria y 2,5 millones se encuentren en una situación de inseguridad alimentaria en toda la región”, se apunta en “Obligadas a abandonar su casa”.

Oxfam estima que más del 78% de las producciones de maíz y frijoles de Guatemala se han destruido en el 2019, lo que afecta al menos a 250.000 personas. Todo ello ha llevado a un aumento de la desnutrición infantil que ha pasado del 60% al 69% en las zonas más afectadas, en tres años.

Sin alimentos, con los medios de vida socavados y con una sangrante inseguridad, el reto casi imposible de cruzar las fronteras y alcanzar Estados Unidos es para muchos un deber, la única manera de que sus familias aspiren a un futuro. Pero el sueño americano se ve rápidamente neutralizado. Trump ha cerrado las puertas a los migrantes que huyen del impacto de una crisis climática que el gigante americano, y otros países desarrollados, han contribuido a alimentar.

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