El 77% de las regiones vitivinícolas podrían desaparecer si la temperatura global sube un promedio de cuatro grados centígrados.

uvas

El sector vitivinícola es una parte importante de nuestra economía, de nuestra sociedad y de nuestra cultura. Según cifras de la Federación Española del Vino, España cuenta con 969.000 hectáreas de viñedo (el 13% del total mundial), unas 4.300 bodegas que suman una facturación anual de 7.000 millones de euros y somos el primer exportador mundial en volumen, con algo más de 19 millones de hectólitros en 2018. Pero, todo este potencial está en riesgo a corto plazo y la culpa es de la crisis climática.

Al menos el 51% de las actuales regiones vitivinícolas podrían desaparecer si las temperaturas suben un promedio de dos grados. Algo, que según varios estudios científicos, sucederá este siglo. Pero, si el calentamiento global se dispara y las temperaturas suben cuatro grados la pérdida de cultivos de vino ascendería al 77%.

Aunque, según estos datos, la crisis climática ha condenado a las regiones aptas para la producción de vino, no todo está perdido. La consigna es “adaptarse o morir”.

Según un estudio internacional, liderado por investigadores de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) y la Universidad de Alcalá (Madrid), y publicado en la revista PNAS, si los vinicultores sustituyen sus cultivos de uva por variedades más resistentes a las altas temperaturas y la sequía, podrían salvar sus cosechas y la producción de vino mundial.

Ignacio Morales Castilla y Elizabeth Wolkovich, líderes del estudio, proponen reorganizar dónde se cultivan ciertas variedades de uva en el planeta. Esto podría conseguir reducir a la mitad la pérdida de cultivos debida al calentamiento global de 2 grados (que solo se perdiese un 24%), y en el hipotético caso de un aumento de 4 grados, reducir las pérdidas un tercio.

”Sustituir la garnacha o el cabernet sauvignon por el pinot noir o plantar trebbiano en el lugar del riesling, no son cambios fáciles, pero pueden facilitar la adaptación de los viticultores a las circunstancias del cambio climático”, explica Wolkovich, profesora de ciencias forestales y de la conservación en la UBC y experta en estrategias de resistencia para los ecosistemas agrícolas y forestales.

Los investigadores del estudio han basado sus cálculos en la fenología, es decir, las repercusiones del clima sobre los fenómenos biológicos, en este caso el ritmo de floración de la vid. Como cada variedad tiene sus propios ritmos y el clima determina aspectos fundamentales, como la cantidad de azúcar que se acumula en la uva, cada una ofrece un mejor rendimiento en un clima determinado. En concreto, para el estudio se han analizado las tierras en las que actualmente se cultivan 11 variedades de uva.

Por ejemplo, “en Borgoña, Francia, los vinicultores pueden considerar la posibilidad de plantar variedades más tolerantes al calor, como Syrah y Garnacha, para reemplazar el Pinot Noir dominante, en tanto que los viticultores de regiones como Burdeos podrían cambiar el Cabernet Sauvignon y el Merlot por el Mourvedre”, señala Wolkovich.

El estudio advierte, no obstante, de que la diversificación tendrá menos impacto si las temperaturas suben más de dos grados.

El estudio también detalla que el calentamiento global tendrá más consecuencias negativas en aquellos países productores que ya son más cálidos en la actualidad. España, Italia, Grecia y Australia son algunas de las zonas que experimentarán más pérdidas.

Los resultados del estudio son a una escala y resolución que no permiten esclarecer afectaciones concretas por región. Pero, si miramos en conjunto toda España, los modelos predicen aumentos de idoneidad para variedades más tardías como monastrell, garnacha y syrah.

Pero, esta subida de temperaturas no supone un perjuicio para todos, algunos países actualmente más fríos como Alemania, Nueva Zelanda o el Noreste del Pacífico (EEUU) esta subida de temperaturas puede suponer una oportunidad. Estos países podrían pasar a ser zonas adecuadas para el Merlot o la Garnacha.

Otros países, actualmente con poca producción de vino porqué disponen de un clima poco adecuado para este cultivo, pueden pasar a ser idóneos para cepas que requieren temperaturas más frías, como el pinot noir. Inglaterra, que ya está en auge en la plantación de viñedos, o países más a norte como Suecia y Noruega pueden pasar a ser países productores de vino. En el hemisferio sur, Argentina y Chile están aumentando el número de cultivos a una latitud más fría.

El recurso de cambiar a variedades más resilientes tiene un límite. Esta investigación advierte que, “las regiones vitivinícolas pueden adaptarse a un menor nivel de calentamiento, pero a un mayor calentamiento será mucho más difícil salvar regiones”, advierte Ignacio Morales Castilla, autor principal del estudio y ex investigador postdoctoral en el laboratorio de Wolkovich, ahora en la Universidad de Alcalá (Madrid).

Los investigadores también aseguran que, aunque los efectos de estas temperaturas en ascenso se puede paliar cambiando técnicas agrícolas, como aportando sombra y aumentando el riego, sería una solución poco eficaz si se alcanzan los peores escenarios previstos de la crisis climática.

Los investigadores consideran que esta apuesta por elegir variedades más resistentes al clima y diversificar cultivos también sería aplicable a otros cultivos agrícolas.

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