Investigadores del Instituto Humboldt y la Universidad Javeriana publicaron esta semana los resultados sobre la primera evaluación histórica que se hace en el país de los impactos humanos en los ecosistemas terrestres.

Índice de huella humana 1970/2015. Crédito: Correa et al. 2020

Índice de huella humana 1970/2015.
Crédito: Correa et al. 2020

Desde hace décadas, científicos de todo el mundo empezaron a seguirles la pista a los impactos de los seres humanos en los ecosistemas. Notaron que, desde mediados del siglo XX, las presiones humanas sobre el medioambiente se han ido acelerando de manera drástica. También que con los estilos de vida y ritmos de consumo se están usando más recursos de los que el planeta puede regenerar. Los datos cada vez son más preocupantes: solo en los últimos 20 años, los paisajes que habían permanecido casi libres de impactos humanos, a escala global, sufrieron una reducción de una décima parte de su superficie. En el Amazonas la reducción incluso alcanzó un 30 %.

¿Qué tan grave es la intervención humana en los ecosistemas? ¿Cómo medirla? El Índice de la Huella Espacial Humana (IHEH) se convirtió en uno de los primeros indicadores creados para cuantificar ese impacto. Más allá de mostrar los lugares en donde se están afectando los ecosistemas, permite conocer la intensidad de las transformaciones. ¿Por qué es importante saberlo? Un alto impacto durante varios años en los ecosistemas puede generar consecuencias irreversibles, poniendo en riesgo no solo la biodiversidad del planeta, sino también la posibilidad de que los seres humanos puedan adquirir los bienes y servicios que necesitan para sobrevivir.

Aunque en Colombia la información sobre el estado de intervención de los ecosistemas ha sido limitada, en los últimos años se han empezado a dar pasos importantes. En 2011 se creó el Índice de Huella Humana para Colombia y, desde hace más de dos años, investigadores del Instituto Humboldt y de la Universidad Javeriana vienen mapeando y estudiando los impactos de los colombianos en los diferentes ecosistemas. Su estudio más reciente concluyó esta semana con la publicación de la primera evaluación espacio-temporal de la huella humana en el país entre 1970 hasta 2015, un período de 45 años. Los resultados fueron publicados en la revista especializada Ecological Indicators.

“Este es un trabajo pionero en Colombia. Nunca se había hecho en el país un estudio que permitiera conocer cómo había cambiado la huella humana a través del tiempo en las diferentes regiones, cuáles eran las tendencias de cambio y cómo se habían impactado los ecosistemas desde 1970”, asegura el ecólogo y PhD en geografía ambiental Camilo Correa Ayram, uno de los autores del estudio. “El índice que usamos -señala- es como una evolución del concepto tradicional de huella humana. Lo llamamos ‘el legado’ de la huella humana en Colombia, porque incluimos una dimensión multitemporal, porque queríamos ver ese cambio acumulado a través del tiempo”.

Correa trabajó de la mano del biólogo y PhD en ecología Andrés Etter, uno de los investigadores que más han estudiado los cambios de los ecosistemas en el país. “Llevamos 30 años tratando de entender cómo se ha configurado esa transformación de la huella humana en las regiones en Colombia, un país particularmente importante desde el punto de vista de los recursos naturales y de su biodiversidad”, asegura Etter, creador del índice de huella humana para Colombia en 2011. “Lo nuevo en este caso fue que, al incluir diferentes momentos en el tiempo, pudimos ver en dónde la persistencia de la alta huella es permanente, en dónde seguimos generando altas presiones por mucho tiempo y en dónde se generan nuevas áreas con nuevas presiones. Esto nos permite hacer un monitoreo y un seguimiento, ver la evolución de esa huella en el tiempo sobre el territorio y poder hacer estimaciones de comportamiento hacia el futuro”, explica.

“Hallamos que la huella humana siempre ha crecido en Colombia. No ha habido un período de estabilización, sino que ha sido un proceso de cambio gradual en el que la huella humana sigue creciendo”, explica Correa. Según la investigación, la huella aumentó entre 1970 y 2015 un 50 %. “Eso es muchísimo, y es una alarma para las instituciones involucradas en el medioambiente para que se promuevan acciones para frenar ese incremento”, comenta. Las áreas naturales, por su parte, se redujeron a menos de la mitad del territorio nacional.

En el ámbito regional se identificaron tres patrones: primero, las regiones que concentran valores más altos de la huella humana a través del tiempo son las que han estado en el centro del desarrollo del país y, también, en donde los ecosistemas en peligro crítico tienen mayor vulnerabilidad. Las regiones Andina y Caribe son ejemplo de esto, sobre todo en los valles interandinos y las sabanas inundables, que han sido muy impactadas por la ganadería extensiva. “Nos dimos cuenta de que desde los 70 la región Caribe ha tenido una huella alta, lo que indica que ha tenido un uso persistente de los ecosistemas más intensivo”, señala Correa.

Segundo, el desarrollo concentrado en la región de la Orinoquia con una intensa transformación debido a la expansión de la ganadería y la agroindustria, así como la aparición de nuevos campos petroleros. “La Orinoquia fue visiblemente la más impactada. En los mapas se ve cómo esa región se expande y se incrementa su huella humana”, explica el experto.

Tercero, las áreas de transformación recientes, rápidas e intensas, que están asociadas con frentes de deforestación y reactivación de actividades legales e ilegales locales, como ocurre en el piedemonte andino-amazónico. Aunque la selva tropical no muestra un alto impacto de la huella humana, la expansión de la deforestación en los últimos años está fragmentando un hábitat fundamental para la conectividad de los ecosistemas. Lo mismo sucede con la región del Pacífico, en donde las transformaciones actuales ponen en riesgo un área considerada muy importante en la biodiversidad global y un corredor biológico fundamental entre Panamá, el Darién y la costa del Pacífico de Ecuador y Perú.

Otro de los aspectos importantes de este estudio fue que pudo identificar la relación de los impactos humanos y los ecosistemas considerados vulnerables y en peligro crítico, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). “Los ecosistemas secos y los bosques andinos forman parte de la categoría crítica de la UICN, con la investigación pudimos identificar que son estos también los que están más altamente impactados por la huella humana. Les siguen los vulnerables, en los que están los páramos y manglares” señala Correa. “Esto es supremamente alarmante, porque son ecosistemas que proveen de alimento a las comunidades locales, son importantes para la seguridad alimentaria”. Por eso, los autores sugieren que las acciones urgentes se centren no solo en la conservación de áreas casi intactas, sino en la recuperación de regiones con alto impacto humano y con presencia de ecosistemas únicos, como la región Andina y los páramos, claves en la regulación hídrica y el suministro de agua. Según la investigación, en todos los ecosistemas se vio un incremento de la huella a través del tiempo.

Los puntos críticos de cambio, esos que han mostrado una alta concentración de cambio en el período estudiado, se concentraron por su parte en las regiones Andina, Caribe y del Orinoco (ver mapa). A diferencia de las áreas con aumento gradual, estos puntos críticos han aumentado reciente y rápidamente sus valores. Además, surgieron nuevos puntos críticos en el suroeste de los Andes, el sudeste del Orinoco, el suroeste de la Amazonia y las regiones centrales del Catatumbo. También aparecen nuevos puntos críticos en la región del pacífico suroccidental y central que pueden explicarse por el aumento de la extracción de oro y metales preciosos, la expansión de las plantaciones de palma de aceite y la expansión ilegal de las plantaciones de coca. La Amazonía, en cambio, tiene sitios donde ha persistido una concentración de impactos bajos.

Ahora, toda esta información que recopilaron a través de numerosos mapas -de cobertura de la tierra, de asentamientos humanos, de densidad poblacional, de carreteras y de áreas transformadas y no transformadas de Colombia desde los años 70- está siendo utilizada para hacer análisis prospectivos, escenarios futuros que permitan conocer qué va a pasar si las cosas siguen así. “Si el patrón de aumento en el índice continúa, las consecuencias para la biodiversidad podrían ser preocupantes. Muchos de los ecosistemas con mayor biodiversidad del planeta se encuentran en Colombia”, concluye el estudio. “Nosotros lo que quisimos fue que se tratara de un estudio que pudiera llegar a las instituciones públicas y privadas del país, porque es muy útil para evaluar si la gestión territorial que se viene haciendo y las acciones de conservación han servido para contrarrestar la huella humana, o si hay que hacer esfuerzos adicionales. Estos mapas permiten identificar dónde restaurar, dónde conservar y dónde hacer usos sostenibles. La metodología puede implementarse, además, en áreas más detalladas, a escalas municipales o locales”, aseguran los investigadores.

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