En los últimos seis meses ha ardido casi una cuarta parte de los 16 millones de hectáreas del Pantanal brasileño, el humedal más grande del planeta

Crédito: Andre Penner / AP

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Por la mañana, durante un recorrido en lancha del parque estatal del Encontro das Aguas en Mato Grosso, la reserva más importante de jaguares del mundo, ya no ardían los incendios que han destruido el 84% del parque este año.

El cielo estaba despejado y la naturaleza renacía dentro del Pantanal brasileño, la llanura aluvial del inmenso río Paraguay, el humedal más grande del planeta, cuya asombrosa biodiversidad alberga 580 especies de aves , 271 de peces, 174 mamíferos, 131 reptiles y 57 anfibios.

Garzas crestadas de capuchino negro y pico turquesa levantaban vuelo al acercarse el barco y los caimanes se deslizaban al agua desde la orilla. Bandadas de pájaros cacique –oscuros y tristes cuando posaban en los arbustos calcinados–, levantaban el vuelo y se convertían en explosiones de amarillo color limón al desplegar las colas. Familias de capibaras (como hámsteres gigantes) desfilaban por la orilla chamuscada y una pandilla de monos aulladores saltaban de las ramas de un árbol quemado.

En los últimos seis meses, los más secos en medio siglo con temperaturas que alcanzaban los 46 grados, ha ardido casi una cuarta parte de los 16 millones de hectáreas del Pantanal, un área cinco veces mas grande que Catalunya.

“Normalmente parte del agua en al superficie permanece durante los meses secos pero este año el agua se agotó del todo; eso explica los incendios”, dijo –mientras colocaba una cámara en un árbol– Ilvanio Martins director de la oenegé Ecotrópica en Cuiaba que hace seguimiento de los jaguares en el Pantanal .“Pero la lluvia vendrá a mediados de mes”.

El optimismo creció en un riachuelo igarapé donde dos cigüeñas jabirú rojiblancos de metro y medio de altura vadeaban en medio de los de nenúfares. A la sombra de unas ramas secas una jaguar tan grande como un tigre, con su camuflaje de oro y negro más adaptado que nunca al nuevo paisaje, jugaba con dos cachorros en la orilla. Levantó la cabeza para averiguar quién llegaba. “Los jaguares son animales muy inteligentes; de los 55 registrados en esta zona hemos identificado a 22; es decir que hay un regreso muy positivo a la zona quemada”, destacó Martins celebrando la buena noticia con el pulgar levantado al estilo brasileño.

En el tour matutino del Pantanal, lo verde brillaba con más fuerza que lo negro. Pero por la tarde, a la vuelta a Porto Jofre, cambió la dirección del viento. Empezó a soplar del sur en vez el norte y en cuestión de media hora una densa humareda gris nublaba la vista de la orilla del río san Lorenz que cruza el Pantanal. El olor a quemado se hizo intenso.

En la carretera Transpantaneira las camionetas de los bomberos pasaban cada media hora sus luces rojas parpadeando en la neblina de humo. “Aun hay fuego hacia Mato Grosso do Sul”, informó el Coronel Barroso, el melenudo jefe de los bomberos militares en una campamento base cerca del municipio de Poconé. “Es muy difícil entrar con las máquinas en las zonas que arden ahora. Y solo tenemos un helicóptero”, añadió.

Aunque todos los bomberos reconocieron que la respuesta a los fuegos llegó con retraso, Mato Grosso es un estado conservador, dependiente de la agroindustria exportadora, así que se rechazan las criticas a Bolsonaro. “Es un problema del sistema, que viene de lejos”, apuntó Barroso.

Por muy fuerte que sean los vientos, un incendio forestal difícilmente va a alcanzar un jaguar, el animal más veloz del mundo, que puede correr a 115 kilómetros por hora. Eso sí, la materia orgánica acumulada a lo largo de los años en el Pantanal ha convertido el suelo que pisa en una hoguera humeante. “Hay varios casos de quemaduras en las patas; hemos intentado tratarlos pero es difícil atender a un jaguar sin sedarlo”, explicó una veterinaria que había venido desde el sur de Brasil a trabajar en un refugio de animales heridos.

No todos los mamíferos tienen la misma suerte. En la Sierra del Amolar cuya biodiversidad única sigue ardiendo circulaban imágenes escalofriantes de monos calcinados en el acto de escaparse como momias de Pompeya. Un gran hormiguero el hocico quemado yacía deshidratado en el santuario. “Lo más triste para mi fueron tres colibrís que vi asfixiarse y caer al suelo en cuestión de minutos”, relató Fernando Tortato, zoólogo de la oenegé estadounidense Pantera Brasil, que gestiona una finca en Porto Jofre. La reserva de las araras azules, un loro autóctono del Pantanal y en peligro de la extinción, ha sido destruida tal y como varias reservas indígenas.

“El Pantanal está acostumbrado al fuego pero no a un fuego tan intenso; se juntó la sequía, las temperaturas récord y el viento”, explicó la meteoróloga Renata Libonati de la universidad federal de Rio de Janeiro, que mide mediante imágenes por satélite el área quemada. Ha sido una tormenta perfecta. Pero la mala noticia de los pulmones del planeta en Brasil es que las tormentas perfectas pueden hacerse habituales.

Los modelos de Libonati prevén un aumento de temperatura media del 1 grado en el Pantanal y la reducción de lluvia hasta el 15% hasta 2040 como conejuna de cambio climático. “Un grado puede parecer poco pero tendremos más eventos extremos como esta sequía y este calor. El pantanal es una región que se inunda en gran parte del año y si cae la lluvia puede haber un cambio del ecosistema”.

Es más, la deforestación acelerada de la Amazonia, a mil kilómetros más al norte de Mato Grosso, al otro lado del monocultivo de soja que avanza implacablemente hacia la selva, pasará factura en el Pantanal. Los llamados “ríos voladores”, humedad atmosférica que baja desde la Amazonia, están en peligro. “La lluvia del Pantanal viene de otras regiones, sobre todo de la Amazonia; si hay menos humedad disponible en la Amazonia para llegar a la región será un problema grave”, alertó Libonati.

De modo que la lucha de los hasta 3.000 jaguares que viven en el Pantanal solo acaba de empezar. Aunque sus principales fuentes de alimentación –caimanes y capibaras– se reproducen de forma asombrosa, “hay preocupación de que las cenizas que atascan los ríos puedan matar a los peces que alimentan los caimanes que, a su vez, alimentan a los jaguares”, dijo Tortato.

Un descenso permanente de la pluviosidad podría convertir el ecosistema único del Pantanal en otra bioma mucho más seco como El Cerrado, la sabana tropical que predomina en la franja de Mato Grosso antes de llegar a La Amazona, entregado en gran parte a la soja. En los bosques que todavía permanecen en El Cerrado hay muchos menos jaguares . El futuro de todos dependerá de los ríos voladores de la Amazonia.

No seria la primera vez que la deforestación en la Amazonia provocase una catástrofe para los jaguares. En 1970 la construcción de la carretera transamazónica que recorre 5.600 kilometros entre Brasilia y Belem no solo supuso la tala de millones de árboles, que fue el desencadenante de la deforestación descontrolada que ha destruido el 20% de la Amazonia desde entonces. La deforestación creo también una excelente oportunidad para la industria de la peletería y 30.000 jaguares fueron cazados y despellejados en un solo año.

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