Isabel Wijsen, de 17 años, y su hermana Melati, de 18, iniciaron hace seis años un movimiento en la isla que hoy es global

Crédito: BYEBYEPLASTICBAGS

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Isabel Wijsen no ha terminado aún el instituto, pero a sus 17 años ya acumula experiencias y logros a los que aspirar en toda una vida. El principal, del que esta joven balinesa-holandesa se siente más orgullosa, es haber conseguido junto a su hermana Melati, de 18, que la turística isla de Bali en Indonesia –el segundo país que más plásticos desecha del mundo tras China– prohibiera el pasado enero las bolsas de plástico, su caballo de batalla desde que ambas fundaron la ONG Bye Bye Plastic Bags en 2013.

Entonces, a sus tiernos 10 y 11 años respectivos, las hermanas Wijsen tuvieron una epifanía. Las niñas volvían a casa tras un día más de colegio en el centro ecologista balinés Green School, donde los profesores les habían hablado de la lucha y cambios promovidos por figuras como Martin Luther King o Nelson Mandela. “Caminábamos pensando en qué podríamos aportar a la sociedad, observando el plástico que se acumulaba en todos los rincones. Y nos hicimos una pregunta: ¿quién va a hacer algo al respecto?", cuenta Isabel. "Pienso que a veces nos olvidamos de que tú puedes ser ese alguien”.

Ellas decidieron serlo. La menor de las Wijsen, que habla con El País tras participar en un panel sobre cambio climático en Singapur con expertos una o varias décadas mayores que ella, cuenta que Bye Bye Plastic Bags (“Adiós, bolsas de plástico”) empezó con iniciativas modestas como recoger firmas para la prohibición de las bolsas de plástico o distribuir material educativo en colegios. Poco a poco, pasaron a objetivos más ambiciosos, logrando organizar el mayor operativo de limpieza de playas de Bali, atendido por más de 12.000 voluntarios, o reunirse con empresarios y políticos para concienciar sobre los problemas de plástico en Indonesia. De acuerdo con la revista Science, el archipiélago de más de 17.000 islas, entre ellas Bali, es responsable de la segunda mayor cantidad de desechos plásticos en el océano del mundo, tras China. Un vídeo de un buceador británico rodado a comienzos de 2018 en la costa de Bali se hizo viral por cómo la abrumadora cantidad de desperdicios eclipsa la fauna y flora submarinas y enturbia lo que se presupone son aguas cristalinas.

Con los datos y las imágenes a su favor, y tras años alternando la escuela y el ocio con campañas y protestas, entre ellas una breve huelga de hambre, el pasado enero Bali atendió sus peticiones y aprobó una ley que prohíbe el uso de bolsas de plástico. “El día que se anunció la ley hubo una fiesta en la oficina y todos nos lanzamos a bailar… Estábamos tan emocionados”, cuenta Wijsen con desparpajo adolescente. Otras ciudades indonesias se han comprometido a considerar prohibiciones similares desde entonces, incluida Yakarta, que por problemas medioambientales y demográficos va a ser sustituida como capital por una nueva ciudad más “verde” que será construida en la isla de Borneo a partir del próximo año.

Lo que nació como un proyecto local ha traspasado fronteras y se ha convertido en un fenómeno global, con representantes de Bye Bye Plastic Bags en cuarenta lugares de todo el mundo, entre ellos Asturias en España. Isabel y Melati son invitadas a participar en prestigiosas conferencias de varios continentes, han compartido su experiencia en las famosas Ted Talk y han sido incluidas en la lista de CNN de héroes del planeta. “Empezamos con la simple idea de crear una isla más verde, más sostenible, y eso ha dado lugar a un movimiento juvenil global, lo que es realmente emocionante”, afirma Isabel.

Ahora continúan su batalla en Bali con otros proyectos, como Mountain Mamas, con el que quieren enseñar a las mujeres que viven en zonas remotas de montaña a elaborar bolsas con material reciclado para luego venderlas y obtener un sustento extra. También se atreven con ideas más internacionales como Youthopia, una plataforma que planean lanzar en dos meses que busca “ofrecer a los jóvenes las herramientas que necesitan para desarrollar sus pasiones y realizar cambios a favor de la sostenibilidad en sus comunidades”, cuenta Isabel, que piensa tomarse un año sabático cuando acabe el próximo año el instituto para impulsar el proyecto.

Coetáneas de Greta Thunberg, la joven sueca que ha revolucionado el activismo medioambiental, Isabel se revuelve incómoda en la silla cuando se le pregunta si, como creen algunos, este tipo de luchas no deberían estar en manos de adolescentes. “¿Entonces de quién?”, inquiere con gesto serio. “El deterioro del medio ambiente afecta a todo el mundo, y todos debemos tener un papel para encontrar soluciones”, asevera contundente.

“No creo que podamos solucionarlo solo los jóvenes, pero tampoco pueden ser solo los gobiernos o las empresas. Soy optimista en que, si todos trabajamos juntos, encontraremos soluciones”, remacha Isabel, admiradora de Greta –a la que aún no conoce–, e inspiración a su vez ya para muchos jóvenes de todo el mundo.

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