Protestas pacíficas en más de un centenar de ciudades contra el recorte del 30% el presupuesto de las universidades públicas.

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Crédito: FABIO MOTTA EFE

Profesores y estudiantes salieron este jueves a las calles de al menos 116 ciudades brasileñas para protestar contra los recortes del Gobierno Bolsonaro a las universidades públicas; un tijeretazo del 30% en el presupuesto que según muchos rectores pone en riesgo incluso la continuidad del año lectivo.

En Río de Janeiro, decenas de miles de personas (sobre todo estudiantes, pero también sindicatos y movimientos sociales de izquierda) protestaron en clima festivo por las calles del centro. Entre los lemas, frases como 'Me libro de las armas. Me armo con libros', en alusión a la querencia de Bolsonaro por las armas de fuego. Las marchas se producen poco después de la movilización histórica del 15 de mayo, que sorprendió incluso a sus convocantes por la masiva afluencia.

En declaraciones a EL MUNDO, Marianna Dias, presidenta de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), el principal sindicato estudiantil del país, explicó que no pretenden salir de las calles hasta que el Gobierno dé marcha atrás: "Tenemos que mantener la llama de la movilización encendida (...) este Gobierno asocia la educación a un lujo. La universidad representa todo lo que el Gobierno Bolsonaro repudia: es donde se produce el conocimiento las soluciones, la innovación... Es un espacio principalmente cuestionador, y a Bolsonaro no le gusta el pensamiento crítico".

Entre los manifestantes, la mayoría coincide en que los recortes tienen mucho de ideológicos. Algunos recordaban que esta misma semana el Gobierno pidió al Tribunal Supremo autorización para que la policía pueda entrar dentro de los campus. Justo en la víspera de las protestas, se supo que el Gobierno había censurado la publicación de un estudio sobre el uso de drogas en Brasil de la Fundación Oswaldo Cruz, un centro científico de referencia al que acusó de tener una postura favorable a la despenalización de las drogas, lo que causó estupefacción en la comunidad científica y académica.

El ministro de Educación, Abraham Weintraub, por su parte, continúa echando leña al fuego, culpando a los profesores de adoctrinar a sus alumnos: "Las manifestaciones democráticas y pacíficas son un derecho de todos los brasileños, lo que no puede pasar es la coacción de personas que fuerzan a los alumnos a participar de este evento", dijo en un video colgado en Twitter, en el que pedía que se mandaran vídeos a modo de prueba para "tomar las medidas necesarias" contra los profesores.

Antes, el ministro ya acusó a algunas universidades de estar más pendientes de "montar pollos" que de buscar la excelencia, y en una reunión con rectores, al ser cuestionado sobre recursos para la limpieza de los campus, usó el sarcasmo para proponer que se encargaran los colectivos de estudiantes. Bolsonaro también puso su granito de arena cuando calificó de "idiotas útiles" a los estudiantes, acusándoles de estar siendo manipulados por la izquierda.

"Es lamentable el juego político tan bajo que están haciendo. Dicen todo tipo de absurdos para intentar poner a la sociedad contra las universidades (...) Desgraciadamente propagan una visión negativa que genera un sentimiento de desconfianza y de mucha desinformación. La maquinaria de fake news continúa a todo vapor", comentaba Marcelo Guimarães, profesor de Filosofía en la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (Unirio).

Las declaraciones del ministro en las últimas semanas le costaron una denuncia de la Fiscalía. El Ministerio Público Federal le acusa de causar daños morales a estudiantes y alumnos y pide cinco millones de reales (1,1 millones de euros) de indemnización. "Hay un peligro de envenenamiento gradual de la democracia, cuando discursos de ese tipo pasan a ser proferidos y considerados normales en la sociedad, pudiendo crear un clima de hostilidad contra las instituciones", creen los fiscales.

Si este jueves fue el turno del Fora Bolsonaro de la mano de los estudiantes, el domingo fue el día en que los seguidores del presidente salieron a la calle a mostrarle su apoyo. La base más fiel del 'bolsonarismo' protestó contra la mayoría de diputados y contra el poder judicial, a los que acusan de bloquear al Gobierno con su 'vieja política', basada en intercambios de favores y negocios oscuros a cambio de la aprobación de leyes. La minoría más exaltada pedía el cierre del Congreso y la intervención de las Fuerzas Armadas.

En un principio, Bolsonaro intentó mantener una postura institucional y distanciarse de las protestas, pero al día siguiente las abrazó para mostrar que pese a la erosión de su popularidad tiene una base de apoyo que le da poder negociador.

De momento, reformas que el propio Gobierno considera vitales para que la economía remonte, como la del sistema de pensiones, están encalladas, y Bolsonaro gobierna a golpe de decreto. Este jueves, antes de que los estudiantes llenaran las calles, se supo que en el primer trimestre del año el PIB retrocedió un 0,2%, la primera caída desde finales de 2016. Las calles empiezan a inflamarse y la recesión llama a las puertas.

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