En muchos lugares del mundo, los animales ganan espacio urbano gracias a un ambiente más relajado.

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A medida que las calles y plazas de las ciudades de todo el mundo se vacían de gente, se imponen las cuarentenas y se crean ambientes más desérticos, limpios y silenciosos, los animales salvajes irrumpen y se adentran en los centros urbanos como si exploraran nuevos ecosistemas que un día habitaron.

Las redes sociales recogen muestras de cómo la crisis del coronavirus cambia los ritmos de la vida ciudadana y actúan como un termómetro que da señales evidentes de que la fauna sale a la escena con un protagonismo que hasta ahora no tenía.

La fauna salvaje de la periferia de ciudades y pueblos sale de sus refugios y se siente dueña de enclaves dominados hasta ahora por el hombre.

Los pavos salvajes se lucen en el centro de Oakland, en California; y hasta en Madrid. Los jabalíes, que viven refugiados en Collserola, bajan hasta el centro de la ciudad de Barcelona y se dejan ver más relajados que nunca hurgando en los parterres.

En Ventanueva (núcleo de Cangas de Narcea, Asturias), todos los comentarios son para las imágenes grabadas de un oso que aprovecha, de noche, la cuarentena para adentrarse en el pueblo.

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Normalmente, todos estos animales viven en áreas limítrofes, en enclaves no frecuentados por el hombre o en espacios ocultos. De alguna manera, son como fantasmas, que ahora sí se dejan ver.

En San Felipe (Panamá), donde bares y restaurantes han cerrado y se ha esfumado el turismo, Matt Larsen, director del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales en Panamá, ha dado rienda suelta a su sorpresa con este tuit.

“Un resultado interesante de la falta de humanos en la calle. Anoche vi 3 mapaches (oso lavador) pescando y nadando en el océano frente a mi apartamento. No he visto esto en mis 6 años aquí. Parecían bastante envalentonados por la ausencia de nuestra especie”, dice.

En Lopburi, Tailandia, la falta de comida con que los turistas suelen obsequiar a los monos locales hace que estos animales estén permanentemente en disputa para hacerse con las sobras que encuentran.

Mientras, zoólogos de la Universidad de Massachusetts estudiarán el grado de audacia o agresividad con que puedan actuar los coyotes y los zorros en las ciudades estadounidenses.

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El naturalista Joaquim Araujo sostiene que asistimos a una “recolonización de los espacios urbanos por especies silvestres”. Es una paradoja. Los animales, que estaban confinados por infraestructuras que cuartean sus espacios naturales y les imponen restricciones en el movimiento, salen de su aislamiento.

Al resultar confinados los seres humanos, se produce una liberación de esa fauna salvaje, señala Araujo.

“Nosotros somos ahora los que estamos atemorizados, y nos encerramos; y con nuestro miedo lo que hacemos es liberar a quienes nos tenían miedo”.

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