Los indígenas del sur de la Amazonía colombiana envían carne de monte para miembros de sus comunidades la capital de Amazonas. Ellos aseguran que es parte de su tradición y ancestralidad. Sin embargo, la caza y la comercialización ilegal de la carne puede convertirse en un problema de salud pública y en una amenaza para el equilibrio en las selvas amazónicas.
Pero no solo se trata de hortalizas. En muchas ocasiones se transporta y comercializa carne de monte. La más común es la de boruga, un roedor común en la Amazonía y uno de los más cazados, aunque también se puede encontrar carne de cerrillo o pecarí, danta, venado, capibara o chiguiro y hasta caimán.
A pesar de que se trata de tradiciones alimenticias ancestrales, transportar carne silvestre puede convertirse en un problema de salud delicado y esto genera tensiones entre autoridades y comunidades. No hay que ir muy lejos, la actual pandemia del COVID-19 ha puesto en evidencia que existe una fuerte relación entre la intervención humana en los bosques, los mercados de carne silvestre y la posible aparición de enfermedades zoonóticas.
El control del transporte y distribución de carne de monte en el Amazonas es un gran reto. Cada día son más los líderes y estudiantes que desde las comunidades indígenas llegan a Leticia con el deseo de cumplir el sueño de un mejor futuro, sin embargo, líderes indígenas consultados en este reportaje aseguran que no es tarea fácil abandonar de un día para otro sus costumbres y rituales ancestrales. De hecho, la demanda de carne de monte desde Leticia sigue siendo una constante.
Trampas improvisadas, machetes cuidadosamente afilados, armas de disparo artesanal, todo es válido al momento de cazar un animal de monte. Abuelos, jóvenes y niños se alegran cada vez que, desde lejos, ven que miembros de sus comunidades llegan con un animal colgado de las patas.
Todos los días Alberto*, un humilde cazador de 52 años de la comunidad indígena de Mocagüa, despierta cada mañana con la idea de atrapar una boruga y así llevar alimento a su familia. Según dice, un ejemplar de 10 kilos no cae nada mal para varios días de alimentación en casa y hasta para enviar a Leticia.
“Por muchos años nosotros hemos cazado animales de monte para poder comer, la caza nos lleva muchas horas, incluso días, pero es necesario porque es dentro de lo poco y nutritivo que tenemos dentro de nuestras comunidades. Es una tradición que mi padre aprendió de mi abuelo y yo adopté toda la experticia para llevar carne a mi familia. También nos reunimos entre compañeros y nos distribuimos por partes iguales y enviamos a nuestros hijos para que coman en Leticia”, asegura el cazador.